Columna


Algo se está moviendo

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

11 de agosto de 2013 12:20 AM

Cada vez más se comprende mejor el “efecto Francisco”. Es un desencadenante: la palabra proclamada en Brasil sigue resonando en mentes y corazones.  El tema recurrente con los amigos es el Papa Francisco. Rescato un comentario salido de Turbaco: “Padre, algo se está moviendo en la Iglesia porque con este Papa, uno no se ha tomado la tibia cuando ya le llega la caliente”. El Papa nos está enseñando que el cambio es una ley de la vida, y los cambios se producen con nosotros, sin nosotros, contra nosotros y a pesar de nosotros. He visto cómo el Papa llama por su nombre concreto a las desviaciones internas de la Iglesia y del mundo. Reconozco que con palabras que uno, hasta ahora, no se atrevía a utilizar. Además se comporta de manera normal cuando besa en la mejilla a las mujeres al saludarlas, haciendo más normal el cristianismo. Alguna crítica a este gesto evangélico de cariño es un indicador del movimiento.

¿Dónde está la fuerza de Francisco para pasar la página y ponernos a otear nuevos horizontes de esperanza en la Iglesia de Jesús?
En primer lugar sabe cómo está y por donde va el mundo: es el guía espiritual de una sociedad enferma y patógena que nos empuja a vivir de manera poco sana. Francisco identifica muy bien sus patologías: la búsqueda de la abundancia, el vacío interior, la masificación, el consumismo compulsivo, la falta de proyecto de vida, el deterioro de la comunicación, la banalización del sexo y la falta de sentido.
En segundo lugar el Papa tiene muy claro que el giro que mueve todo es volver a Jesucristo con más verdad y fidelidad a su persona y a su proyecto del Reino de Dios. Es un cambio que no es solo de nuestro arzobispo, con sus sacerdotes y religiosas sino de todos. Es una conversión que será liderada por todo el Pueblo de Dios y que debemos sostener para dejarla en herencia a los que vienen detrás.
En tercer lugar Francisco contagia la buena noticia de Jesús con su propia vida. No sólo habla de un Dios bueno, amigo de los jóvenes, sino que él mismo es bueno y amigo de ellos. Cuando habla del perdón, perdona enseguida. No solo proclama la buena noticia de Dios, sino que él mismo fue buena noticia para tres millones de personas en las playas de Copacabana. Después de Brasil la vida de nuestros muchachos será más llevadera, digna y esperanzada. Los que se encontraron con Francisco saben que fue una suerte encontrarse con el Papa como era una suerte encontrarse con Jesús. Si el papa Francisco va impulsando movimientos desde arriba debe tener nuestro apoyo total desde abajo. Hay nuevos aires, nueva música, nuevas palabras para viejos problemas y empezamos a ver cómo despunta una nueva primavera de la Iglesia.
 

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