Columna


Amor romántico

DANILO CONTRERAS GUZMÁN

15 de agosto de 2017 12:00 AM

El amor romántico es una pasión extenuante. Quizá por esto su simiente encuentre preferencias en los fértiles predios de la edad juvenil pues al transcurrir el tiempo el espíritu parece atenuar las llamas que antes inflamaban los sentidos. No digo que la exaltación desaparezca, no; no intento demeritar la fogosidad que persiste en algunos espíritus que ya no son jóvenes, pero digo que tal vez la ponderación los modera.

Quizás extrañe a los resignados lectores de estas líneas, que siendo tan rudos los temas que acostumbro en mis notas, incurra ahora en materia tan sutil. La explicación es trivial, pero dejo a salvo la timidez de mis argumentos.

Ortega y Gasset, en sus “Estudios sobre el amor”, que alguna vez tuve entre manos para entender ciertas tonterías cometidas, señala que “no ha habido gran filósofo del pretérito que no se creyese obligado a elaborar” una tesis acerca del amor. Pues bien, un simple cristiano también puede cometer un pensamiento de este tenor a fin de escapar de lo áspero de la política local.

Confieso una razón inmediata bajo el riesgo de contaminar toda la página: oía una interpretación de Carlos Vives y me pregunte la razón del éxito de esas cancioncitas aparentemente fútiles. Respondí que hay cierta ingenuidad en ellas, una forma de la transparencia que los seres humanos necesitan en algunos aspectos de sus vidas.

Indague además por qué el amor es siempre un tema propicio para los éxitos de Vives. Volví a responder en silencio que casi nadie escapa al amor romántico, a menos que su alma sea demasiado oscura.

Recordé que Ortega y Gasset hacia una distinción que acojo aún hoy. Algo es el enamoramiento, otra cosa el amor. El primero es un arrebato que nos puede llevar al ridículo; el amor es una fuerza que mueve el sol y las estrellas decía el Dante, quizás.

Sé que hay factores físicos que traducen el complejo estado de qué hablamos. Un olor, un temblor, un desfallecimiento, una sudoración súbita e incontrolable, un temor a perder el momento con el ser querido, un vacío en el pecho o tal vez en el estómago cuando hay que partir, son algunos síntomas. No hay nada mejor, ni peor. Es un infierno deseado.

Creo que hay algo de biología en el amar. Alguna vez mi hija lo sostuvo en una exposición escolar. Las endorfinas, recuerdo, es el asunto químico. Pero aportaría que hay varios otros factores incluyendo el cultural. Nada más amable que encontrar que el ser amado disfruta de la misma música que nos entusiasma o que la gastronomía es compartida.  

Hasta aquí el enamoramiento. El amor es algo más, como decía Ortega y Gasset. Quizás más amplio. Si se ama el asunto no es temporal. El amor es una “gravitación hacia lo amado” dice el autor. En fin.

Queda claro que el ser amado es una patria. Buena noche.

danilocontreras9@hotmail.com

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