Columna


Aquel cantor

RUBÉN DARÍO ÁLVAREZ PACHECO

13 de mayo de 2017 12:00 AM

Ahora se llama “Julián Conrado”.
A finales de los años 70, en la carátula del ‘long play’ donde aparecía con el acordeonista cartagenero Mariano Pérez estaba escrito su nombre de pila: Guillermo Torres.

En Turbaco, su tierra natal, lo conocen como “El Choco”. Pero cuando desapareció de la escena farandulera decidió autonombrarse “Julián Conrado”, en homenaje a un amigo también cantante; un colega, quien, además de cantar y ejercer la Medicina, defendía causas sociales. Y cuenta la leyenda que, por esos altruismos, manos oscuras le arrebataron la vida.

Antes de la primera grabación, en su pueblo sabían que Guillermo Torres cantaba y componía canciones, muchas de corte romántico y algunas en formato de protesta, como las que se escuchaban en los años 60 interpretadas por Piero o el dueto de Ana y Jaime, por mencionar los más emblemáticos.

Mariano Pérez lo conoció como compositor, pero cierta tarde, escuchando un casette con sus canciones, decidió acoger el consejo de su compañera sentimental de entonces, quien tuvo la suficiente sensibilidad para captar que era ese el cantante que tanto andaba buscando el acordeonista.

Así salió a la palestra “El nuevo rey sabanero”, una de las producciones discográficas más vendidas de ese año y de las épocas venideras, de donde se destacaron el pasebol “Tristeza sobre tristeza” y el paseo “Abnegación”. En el mismo trabajo, Guillermo Torres aprovechó para incluir una sátira contra el gobierno norteamericano titulada “El chonchito altanero”.

Pero fue “Tristeza sobre tristeza” la canción que terminó por convertirse en un clásico de la música romántica en estilo sabanero, que nada tendría que envidiar a los mejores paseos vallenatos que se publicaron en ese momento y en los años subsiguientes.

Después de ese trabajo discográfico, Guillermo Torres logró algunas grabaciones esporádicas con Mariano Pérez, entre las cuales merecen destacarse otros dos paseboles llamados “Poquito a poco” y “Si supieras”, este último en la voz del cartagenero Soren Arrieta.

En tres ocasiones lo vi: dos actuando en tarima con el conjunto de Mariano Pérez; y la otra, caminando por el Centro Histórico con su estatura y su delgadez descomunales, sus abarcas con suela de caucho de llantas, su mochila al hombro y su melena de hippie trasnochado.

Nunca más supe si siguió componiendo canciones románticas que superaran a “Tristeza sobre tristeza”. Solo me enteré, al igual que mucha gente, que andaba en constante huida y hasta se le dio por muerto en una emboscada, pero al final se aclaró que anda por La Habana retratándose, guitarra al pecho, mientras susurrando el viento pasa arrastrando hojitas secas.

RUBÉN DARÍO ÁLVAREZ P.*

ralvarez@eluniversal.com.co

*Periodista

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