Columna


Asesinato de Jorge Daza

EDUARDO VERANO DE LA ROSA

06 de febrero de 2014 12:15 AM

La política democrática es plural, de tolerancia y permanente debate entre los partidos y movimientos políticos ante los ciudadanos. Su esencia es la paz y no la violencia.

El primer deber del gobierno es ofrecerle a la ciudadanía la paz y las garantías para una política democrática.

Los gobiernos de Colombia no han sido capaces de hacerlo. El Presidente de la República, Juan Manuel Santos, debe garantizarlo.

Recordar que la política democrática requiere cesar la violencia es un deber permanente. En especial, cuando ocurren crímenes tan violentos y repudiables como el asesinato, en Barranquilla, de un médico que representaba la ética profesional y la vocación de servir a la vida desde la vida.

La muerte de Jorge Daza Barriga es un exabrupto. Un médico que se entregó en cuerpo y alma a salvar vidas con pasión, dedicación y amor no debió ser víctima de las manos asquerosas de un sicario. El Estado centralista fracasa todos los días al no garantizar la vida de los asociados.

La región Caribe sufrió una gran pérdida. La muerte de Jorge Daza Barriga golpeó la sensibilidad colectiva y apoca a la sociedad de la Región. Es una pérdida sin sentido.
Parece que el asesinato se relaciona con la política, de todo el país, no sólo la del Caribe.

“Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera de nosotros me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Esto lo enseñó el poeta inglés John Donne en el siglo XVII.

Las campanas no doblaron solo para Jorge Daza Barriga, sino por la región Caribe y por toda la periferia del país. El régimen político centralista, con un presidencialismo extremo, no garantiza la paz en la política.

La muerte vil de este científico, poeta y humanista caribe no atañe solo a guajiros y caribes. A pesar de no ser un caso particular de violencia, es parte de la violencia que los gobiernos centralistas no han podido entender, anticipar ni erradicar en toda la Nación.

Esta violencia en nuestro territorio tiene sus particularidades y causas y no pueden manejarse con una estrategia general ni mirarse con la misma lupa.

Las campanas tienen que doblar en contra de la violencia, la intolerancia y el crimen en la política, pero no olvidemos que las campanas deben doblar por el régimen centralista que no garantiza ni garantizará la paz en la política.

No se puede achacar la muerte de este ilustre académico caribe solo a los sicarios. Las autoridades tienen que ser capaces, con este modelo territorial centralista, de erradicar la violencia de la política. Si no, el régimen promueve la violencia por su exclusión y clientelismo.

*Exministro y exgobernador

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