Columna


Atrás, décadas de dolor

JUDITH DÍAZ

04 de julio de 2017 12:00 AM

A pocos días de haberse cumplido la dejación de armas por parte de las Farc, sigue creciendo mi optimismo y alegría por alcanzar esa paz que añoramos los casi 50 millones de colombianos.

Aunque es claro que esta no llega a la fuerza, ni con la firma de los acuerdos en La Habana y mucho menos con un cese al fuego, la labor que se ha hecho hasta ahora significa un paso importante para un país que según cifras oficiales, ha puesto cerca de 6 millones de víctimas.

Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, más de 200 mil personas fueron asesinadas entre 1958 y 2012. Asimismo, unas 40 mil vivieron en carne propia la tragedia del secuestro y otras 20 mil se desplazaron forzosamente de sus tierras.

Por eso, es de total admiración el esfuerzo del Gobierno nacional por querer atrapar aquella paloma que un día se escapó de su nido y se transformó en ave sedienta de dolor, que tocó la puerta de miles de compatriotas.

El fin del conflicto de más de 50 años que ha dejado sangre, muerte y desolación en la mayoría de los rincones de Colombia, hoy no es solo un sueño, es casi una realidad.

Por eso el llamado es al trabajo en equipo y a la unidad, pero no a cualquier unidad, sino aquella que conlleve a acabar con la miseria, la desigualdad y la iniquidad social, problemáticas que hoy en día también se han convertido en blanco de guerra.
No le dejemos todo el trabajo a los altos mandos y fortalezcamos nuestra vocación de hacedores de paz con la contribución de aportes para construir una armonía duradera.

Es hora de que los derechos fundamentales del ciudadano sean respetados, por eso promover alternativas y poner a disposición nuestro ideal político podrían ser algunas de las opciones para ayudar a despejar ese camino lleno de piedras y espinas llamado conflicto.

Que el arrepentimiento y el perdón de los actores principales de esa dolorosa lucha no sean el único punto de partida para el estado de hermandad que tanto añora la sociedad. El cambio se logra desde el individuo, desde la tolerancia y desde el respeto a la discrepancia espiritual y conceptual de cada quien.

La dejación de armas y la firma del cese al fuego bilateral demuestran que hay un avance grande y un acercamiento hacia el tan esperado final de la antigua guerra con las Farc, que hoy no solo se traduce en la llamada ‘Paz de Santos’ sino en prosperidad social para los colombianos.

Que no sea solo un hecho histórico de manos del gobierno de turno, sino también de un pueblo deseoso de tranquilidad y unidad. El esfuerzo es de todos, por eso insisto en que juntos podemos lograr más resultados de los que, hasta ahora, ya lleva ganados el mandatario colombiano.

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