Columna


Bahía, en riesgo

ANGÉLICA HODEG DURANGO

02 de agosto de 2016 12:00 AM

En las historias recurrentes sobre nuestra ciudad, la cotidianidad ha escondido aspectos importantes, nos limitamos a percibir, por ejemplo, la bahía de Cartagena solo como una porción de Mar de 82 km2, cuyo hecho más representativo es tal vez su histórico papel en la batalla donde Blas de Lezo derroto la armada inglesa comandada por Sir Edward Vernon. La bahía de Cartagena para otros es ese lugar mágico donde los amaneceres y atardeceres obtienen mayor dramatismo, es un lugar de gran influencia donde nuestra identidad se refuerza y se afianza.

No pude dejar de asociar al escribir este artículo mis lecturas sobre Saint-Exupéry y Edgar Allan Poe, frente a la expresión “si quieres esconder algo déjalo bien a la vista”, pues eso resume lo que ha sido históricamente nuestro poco compromiso ciudadano con la bahía para su cuidado y protección.

La primera de sus debilidades paradójicamente está de la mano del río Magdalena, pues hace varias décadas vierte sedimentos y contaminantes a través del canal del Dique, lo cual convirtió la bahía en un ecosistema donde la vida marina es cada vez más difícil, generando mayores costos y amenazas a la actividad portuaria. La razón de lo anterior se sustenta en estudios que dan como resultado más de 9 millones de toneladas de sedimentos anuales transportados a la bahía, lo que es una estocada certera a la navegabilidad y a fragilidad de este ecosistema marino.

Tras la construcción del canal del Dique, la bahía pasó de ser una zona marina de arrecifes a convertirse en una zona estuarina, donde se mezclan constantemente las aguas del río y el mar. Esto ha genera varios inconvenientes, uno de ellos es que la sedimentación aportada por el Magdalena deteriora los ecosistemas coralinos. Hay una importante pérdida de la visibilidad y si sumamos las descargas industriales líquidas, vertimientos de aguas servidas, y aguas de sentina, estamos frente a factores opuestos al saneamiento ambiental de la bahía.

No en vano la Contraloría evidenció una desarticulación e incoherencia de las entidades del Sistema Nacional Ambiental (SINA) y las autoridades territoriales, portuarias y marítimas frente a la situación de la bahía. Uno de los problemas más profundos está dado por las pocas sinergias entre las entidades que dan los permisos de vertimiento, aprovechamiento forestal, licencias ambientales y de construcción; y aquellas responsables del seguimiento y control, pues no tienen los recursos, personal y equipos especializados para monitoreo y terminan, sin proponérselo, siendo parte del problema y no de la solución esperada.

*Concejal Partido Alianza Verde

COLUMNA DEL CONCEJO
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