Columna


Bailando con el enemigo

ÁLVARO E. QUINTANA SALCEDO

23 de enero de 2014 12:02 AM

Ya se ha hablado mucho de la serie Bazurto y, para bien o para mal, la serie ha despertado en los costeños un sentimiento de indignación ante la historia y los rasgos de presentación de la misma, que para muchos socaba la identidad cartagenera.  Y es que con Bazurto se esperaba una reivindicación de la champeta y de toda la cultura champetúa que ha sido relegada y estigmatizada durante tantos años.

Desde los tiempos de la colonia, la élite Cartagenera, incluyendo a las autoridades religiosas, prohibían los bailes de negros, esclavos, mulatos y mestizos; los cuales se caracterizaban por  desfiles y comparsas de tambores mediante los cuales estas comunidades escapaban de su realidad social, fortalecían lazos de hermandad y reafirmaban su identidad.

Luego, al llegar a la Costa Caribe colombiana los primeros discos de música africana traídos por técnicos de aviación colombianos que viajaron al Congo para hacer arreglos a los aviones del dictador Mobotu. La música africana encontró un caldo de cultivo en las fiestas barriales populares, que ya para los 80 se caracterizaban por la presencia del picó.

Lo que no veían las élites era que a través de la música champeta, ya en los 80, la Cartagena marginada hacia conexión global con África y el gran Caribe. Pero la élite cartagenera negaba esta conexión y prefería conectarse con Europa, con la cual se sentían mejor identificados.

Si bien, la serie Bazurto propone un argumento que parece benéfico para la música champeta, pues, la promociona de alguna  manera, esto no es lo que ha prevalecido siempre. Desde que entró esta música a la ciudad se ha enfrentado a una violencia simbólica que la excluye, tal como han sido excluidos los champetúos.

Uno de los problemas con la serie Bazurto es que sigue perpetuando el simbolismo de una ciudad donde los protagonistas son las playas, las murallas, el romanticismo del Centro Histórico y, sobre todo, Bocagrande como una Miami que invisibiliza ante el mundo entero la otra Cartagena que lucha día a día por no ser excluida.

Una particularidad de la serie televisiva, y que tal vez es un campanazo de alerta, es, no el rescate sino, por el contrario, la decadencia misma de la música champeta y su  tendencia a la desaparición. Con preocupación se nota que ahora para lograr más aceptación, el género champeta se viene fusionando con ritmos de dancehall, salsa, reggaetón entre otros. La champeta no siempre ha sido aceptada en el Centro y en Bocagrande, pero esta nueva champeta llamada por algunos como la “champeta puppy”, tiene menos estigma y tiene cabida en las emisoras de más estrato y en las radios de las clases altas.

De una u otra manera lo que es bienvenido siempre, y es imprescindible que se dé, es el debate alrededor de lo que puede estar afectando los símbolos, el arraigo y las expresiones de las clases menos favorecidas. En Cartagena y en Colombia es importante que los medios rescaten y apoyen las expresiones que siempre han sido atacadas a tal punto que favorecen la desaparición de la cultura popular.

El slogan “bailando con el enemigo”, me hace pensar en que esto aduce a la historia misma de la cultura champeta, que desde la misma época colonial le ha tocado bailar al son de una élite que ha pretendido invisibilizar y apartar a la periferia lo negro, lo pobre, lo popular, lo champetúo.  Es importante abrir caminos a esa Cartagena excluida, que merece los espacios que le han sido negados históricamente y que reclama reivindicación y mejores oportunidades de vida digna.

Alvaro E. Quintana Salcedo
Docente Universitario
alvaroquintana@gestores.com

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