Hoy llega a Cartagena de Indias una reliquia del beato Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, San Romero de América, Mártir de la Fe, que será depositada en el Santuario San Pedro Claver.
Es un pedacito de hueso que ha donado la Fundación Óscar Arnulfo Romero, de la Abadía de Westminster; la entregará el padre Francisco de Roux SJ durante una misa solemne a las 18:00 horas.
El mensaje del beato es muy claro y muy sencillo: es el mensaje de Cristo y vale la pena recordar algunos de los grandes principios que guiaron la vida del beato y su sacerdocio. La vida: nadie puede privar de la vida a otra persona; solo Dios da la vida y solo Dios puede quitarla. Lo dijo, lo repitió y le costó la vida. La dignidad: el derecho de todo ser humano a vivir con dignidad de acuerdo con la enseñanza de Cristo, y diciéndolo así se convirtió en “la voz de los sin voz”. La verdad: hablaba de la exclusión, de la injusticia, de violencia, de la falta de democracia y libertades. La justicia la pedía donde reinaba la injusticia, donde había detenciones y ejecuciones arbitrarias, donde había desaparecidos y torturados. Pedía la solidaridad, real y comprometida, genuina solidaridad cristiana. Una sola moral: insistía en la importancia de la coherencia entre la palabra y los hechos. La humildad: siempre vivió de manera modesta. La paz: llamaba a la concordia y al entendimiento entre personas.
Pensando en sus detractores, consulté a miembros de la Iglesia, conocedores del Derecho Canónico y estudiosos y devotos, y nadie ha sabido decirme dónde exactamente se separó el beato Romero de la enseñanza de Cristo. Es el mensaje para construir sociedades seguras y en paz; la receta que nos fue dada hace más de dos mil años, pero…
El Salvador de hoy es muy distinto del que le tocó al beato Romero. Se logró la paz política que transformó el país y la vida de los ciudadanos, pero el tiempo demostró que la paz política no basta para lograr la PAZ en letras mayúsculas, pues para llegar a esa paz se necesita la paz social, y la paz social pasa por limar las fracturas económicas y sociales que siguen generando exclusión. Hay conciencia de esto y es el gran reto que tenemos, pues con polarización, confrontación y obstrucción como forma de hacer política no se puede construir un país.
El martirio del beato Romero ocurrió en un momento de profunda ruptura de la sociedad salvadoreña, y su beatificación, y esperamos su pronta canonización, ha de servirnos para continuar el proceso de construcción de la paz, de reconciliación y convivencia cívica y continuar reencontrándonos y uniéndonos como sociedad y como país.
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