Columna


Beatrijs Vansina

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

19 de marzo de 2017 12:00 AM

El pasado 8 de marzo, en Bélgica, regresó a la Casa del Padre, amparada con el beneficio y la gracia de los últimos sacramentos, la hermana Beatrijs Vansina, religiosa de la comunidad de las hermanas de El Salvador y la Virgen que por casi 25 años sirvió como misionera en la Arquidiócesis de Cartagena.  

Hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, solo se nos ocurre ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver a nuestra vida cotidiana.

Pero tarde o temprano, la muerte nos visita, arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar ante la muerte que nos arrebata para siempre a una mujer tan abnegada y generosa como Beatrijs? ¿Qué hacer ante el vacío que ella deja en tantos pobres y familias para quienes fue consuelo y esperanza? 

“Sentimos que la hermana ha atravesado una puerta, ella solita, que se ha cerrado para siempre. Yo no sé qué va a ser de ella ni cómo relacionarme con ella ahora que no la veré más”, me dijo una señora en las exequias del pasado miércoles. 

Yo le dije que los amigos de Jesús confiábamos en Cristo resucitado y que por eso la acompañábamos con amor y con nuestra oración en su encuentro con Dios. También le dije que en la celebración que iba a presidir monseñor no había ni desolación ni desesperanza sino una oración de confianza que juntos haríamos al Señor: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de la hermana Beatrijs.” 

Se tranquilizó mucho más cuando le compartí el testamento espiritual de la hermana: “Me estoy llenando de alegría para ir a la Casa del Señor. Mi tratamiento sólo es paliativo. El cáncer ha avanzado mucho y yo me siento en las manos del Señor. Por eso no dejo de cantar cada día el salmo 22: ¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor! Tengo la certeza de ir caminando a su encuentro. ¿Cuánto me pueda faltar? ...no lo sé...pero toda mi confianza está en Él. A todas las personas que pude ayudar y servir como religiosa consagrada de la comunidad de las hermanas de El Salvador y la Virgen, les digo que sólo cumplí con la tarea que me confió el Señor. Mi agradecimiento a todos los que me brindaron apoyo y comprensión en mi servicio misionero. Lo importante no es, ni será nunca el dinero; lo más importante es que toda persona que recibe un bien, sea capaz de transmitirlo a los demás haciendo el bien”. 

A quienes continuamos su obra, nos viene bien la exhortación de monseñor Ruiseco en su mensaje: “Hagan un esfuerzo de unidad y de creatividad para continuar sus obras, asignándose cada uno la tarea que Dios le esté inspirando”.

*Vicario de Pastoral de la Arquidiócesis de Cartagena
ramaca41@hotmail.com

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