Columna


Bienaventuranza y cacheteros

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

25 de octubre de 2015 12:00 AM

En su excelente novela “Solo un rizo de cabellos endrinos”, Eduardo Camacho Piñeres se refiere a unos intelectuales inopes (léase cacheteros) cuyas libaciones en las tertulias eran asumidas por otros contertulios. El término cachetero es definido en el diccionario de la RAE como “Persona que se aprovecha de los demás, aficionado a vivir de cachete”, y cachetear es definido como obtener algo de gorra o a costa ajena. La base fundacional del cacheterismo en Colombia fue obra del español José María Gutiérrez de Alba, quien en abril de 1878 publicó en el periódico “El Cachaco” “Ocho Bienaventuranzas” en clave humorística, y la primera decía “Bienaventurados los pobres de vergüenza porque ellos entrarán a todas partes”.

Esta es la primera referencia risible a los gorreros o cacheteros, unos personajes expertos en el difícil arte de colarse en fiestas y eventos sin ser invitados, para lo cual usan tretas que van desde la suplantación hasta brincarse una pared. Los cacheteros revisan la prensa diariamente para informarse  sobre presentaciones de libros, conferencias o cualquier otro evento en donde haya picadas y vino y escogen la más prometedora en abundancia de viandas y licores, en la cual se lanzan sobre el buffet para depredarlo; es destacable su maestría para sujetar hasta cuatro pasabocas a la vez en una mano.

Los cacheteros son vilipendiados y objeto de burla, pero, en mi concepto, cumplen una función social ya que sirven para llenar un auditorio en una conferencia poco concurrida y amenizan los actos académicos simulando interés por el tema y haciéndole preguntas al orador. En las recepciones son cordiales y tienen una gran habilidad para lograr los primeros puestos en la fila del buffet, del cual comen como el carajo, a la vez que aconsejan a los cacheteros neófitos sobre las bondades de algunos platos.

En las fiestas empresariales siempre son solícitos con el patrocinador del evento y prestos para hacer diligencias de emergencia (buscar hielo, etc.). Nunca piden propinas, jamás sacan a bailar a la esposa del financiador de la fiesta y siempre se ríen de los chistes o anécdotas que dice el anfitrión, por muy repetidos y malos que sean. En caso de que falten los meseros, están siempre dispuestos a servir tragos o a cederle su silla a algún invitado que llegó tarde a la conferencia y tienen cierta lealtad con el anfitrión, ya que en caso de un rifirrafe o trifulca, lo defienden.

Aunque aparecen en grupo, en las fiestas o cocteles fingen no conocerse. Cartagena tiene cacheteros a tutiplén, son conocidos y me parecen que son unos personajes pintorescos que ejercen todo el año y son ubicuos en las fiestas y cocteles. A ellos les viene como anillo al dedo la “Bienaventuranza” que Gutiérrez hizo hace 137 años.

*Columnista

menrodster@gmail.com

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