Hoy, luego de meditarlo mucho y aunque tenía que ir, y no era cosa de pensar, viajé a Caracas. Milagrosamente, luego de entrar en las páginas web para conseguir pasajes, una madrugada, mi esposo, desvelado y preocupado porque no hiciera el viaje por tierra, consiguió un cupo aéreo. Fue una empresa de varios días, de llamar a distintas agencias y de vigilar por la web. Tras advertencias de mis más queridos amigos, esta misma semana emprendí viaje.
Día 1: El vuelo estaba programado desde Barranquilla vía Bogotá, para salir a las 11:30 am: me avisan desde la línea aérea que me vaya más temprano porque hay muchos retrasos por el mal tiempo y no podemos darnos el lujo de perder la conexión a Caracas, porque ya no quedan muchas (textual de la chica al teléfono) y tampoco cupos...Así que aquí estoy 5 horas más temprano, en el frío aeropuerto bogotano, escribiendo esta primera parte.
A mi llegada a Maiquetía, a pesar de venir en un vuelo repleto, donde no cabía un alma, la situación en el aeropuerto no es la misma, no hay aire acondicionado en lo que otrora fuera una terminal en extremo activa
Día 2: En Caracas, feliz de ver a amigos y familiares. Las conversaciones giran alrededor de atracos, asaltos, chikunguya, falta de medicamentos, escasez de pasajes. Parece que no hubiera otro tema de conversación. Todos me piden no salir de noche. Los precios, eso sí que fue un impacto, todo al triple del año pasado. Mi mamá, sigue sin encontrar una medicina que yo no le pude traer desde Colombia por necesitar orden médica para comprarla.
Día 3, Caracas: Vine a un Foro de unos clientes de muchos años. Junto a mi equipo de toda la vida, logramos producir un evento con más dificultades que de costumbre. El hotel bastante venido a menos, sigue tratando de sobrevivir de sus glorias. Para este año se pretendía contar con 2 invitados extranjeros, imposible llegar, no consiguieron pasajes. Tampoco vinieron 2 empresas del exterior que querían estar en la exposición comercial. Cancelaron. Sin embargo el ánimo de los organizadores no decae, enfrentan sus dificultades con el estoicismo propio de un corazón valiente, como es el del venezolano.
Viajaré el mismo día de la publicación, por lo que el final del viaje se los contaré después. Hasta ahora, un dejo de nostalgia y tristeza me acompaña, al ver cómo se desmorona a pedazos un país que parecía inquebrantable.
Nota: estoy en una computadora en el hotel, tengo a mis espaldas un grupo que conversa de negocios con la comida que importarán, es “El negocio”, dicen ellos y hablan de seguridad alimentaria como política gubernamental... Ironía.
@PilinLeon
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