Columna


Bocagrande

ÓSCAR COLLAZOS

13 de diciembre de 2014 12:02 AM

Si se pensó, nunca se hizo lo que muchos vienen diciendo: buscar salidas acuáticas hacia el Centro o Manga. ¿En qué quedó el proyecto de acuatizar el transporte...? 

Todo le está quedando grande a la península de Bocagrande, menos su boca, el lugar por donde se alimenta su movilidad. O para decirlo con mayor propiedad: su bocana: lugar que sirve de entrada y salida. Y no es un chiste: entrar y salir de Bocagrande se ha vuelto más imposible que la entrada de un camello por el ojo de una aguja.

La península donde se asientan los tres barrios de estrato 6 de Cartagena tomó la forma de una botella barrigona con un cuello que estrangula su movilidad. Hoy, como el vientre de un obeso goloso (la gula del dinero que fluye hacia el sector inmobiliario), muestra su tejido adiposo. De tanta gente, de tanta construcción, de tantos carros, de tanta falta de entradas y salidas eficientes, de tanta falta de parqueaderos, está que revienta.

La botella se llena peligrosamente, aumentando su densidad de población y, por lo mismo, su demanda de servicios públicos, pero el cuello por donde entra y sale lo que contiene esta península hace 60 años casi desierta, sigue siendo el mismo de muchísimos años.

El antes apacible brazo que mira hacia la bahía, los confines de Mamonal y Tierrabomba se llenó de todo lo que se llenan las ciudades modernas: edificios cada vez más altos y apeñuscados, más gente, más oferta comercial, más carros. Si se pensó, nunca se hizo lo que muchos vienen diciendo: buscar salidas acuáticas hacia el Centro o Manga. ¿En qué quedó el proyecto de acuatizar el transporte en Cartagena? 

Y una de las salidas habría sido construir un puente o un sencillo servicio de ferries. Eso sí, que el contrato del puente no se les dé a los concesionarios del túnel de Crespo. Hace unos días, me preguntaba si existía un servicio acuático de ambulancias para emergencias. Nada sofisticado. Simplemente razonable. La gente no tiene que morirse en un trancón y antes de ser atendida en un hospital.

En estos días apareció otro motivo de protesta ciudadana: la noticia de que una curaduría urbana dio permiso de construcción a un edificio de 35 pisos, precisamente en el ojo de la aguja, en el cuello de la botella: a un costado de la Base Naval, en un lugar estratégico del área de influencia del Centro Histórico. 

En cualquier ciudad sensata, eso sería una broma pesada. Y no lo es: tal vez sea el anuncio de lo que, con un PEMP acomodado, se autorizará hacer en los predios de la Base. Por eso tanto misterio, por eso tanta respuesta evasiva del señor alcalde.

Y si se autoriza ese esperpento, si no se atiende el reclamo ciudadano de darle pulmones amables a la ciudad, miradores públicos para raizales y visitantes, bellos y pocos edificios en su medida justa, la ciudad va a ver desperdiciada otra oportunidad de rectificar su irresponsable rumbo urbanístico. 

  *Escritor

collazos_oscar@yahoo.es
 

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