Columna


Bomba de tiempo

IRINA JUNIELES

26 de marzo de 2013 12:00 AM

IRINA JUNIELES

26 de marzo de 2013 12:00 AM

Según el Registro Nacional de Turismo, a finales de 2012 en Cartagena había una oferta hotelera de 9.757 habitaciones. El Universal del 19 de marzo da cuenta de la entrada en operación en Cartagena de una torre de 17 pisos con 135 habitaciones localizada en la Avenida San Martin. Mientras tanto, en las carreras 1ª y 2ª de Bocagrande, avanzan 7 proyectos con 1.761 habitaciones, y en la Zona Norte se construyen 843 más.
Todo este boom hotelero, mediado por la política tributaria colombiana de exenciones a la hotelería, conducirá a que el 2015 cerrará con 12.496 habitaciones, y no sabemos para la fecha cuántos alcaldes habrán ocupado la silla de la Aduana, o si se habrá cumplido el deber democrático de llamar a nuevas elecciones.
La noticia es alarmante. En Cartagena carecemos de una política pública de turismo transversal a la institucionalidad pública local, hecha con la participación de los grandes, medianos y pequeños actores del negocio turístico local, y sobre todo construida con la gente, con los cartageneros y cartageneras que dan vida y viven la ciudad.
Ante tal situación, una planificación parcial de la actividad turística que ignora al ciudadano (aunque sea efectiva en estrategias de conectividad local, aumento de cifra de camas y visitantes), demasiado inmediatista y coyuntural a las temporadas turísticas, no es suficiente ni adecuada para contener lo que se nos avecina.
He asistido, como ciudadana, a los esfuerzos de la Corporación de Turismo por generar algunas estrategias que acercan la ciudadanía a su patrimonio, sin embargo, ellas solas son una gota de agua en el desierto.
La perversión del turismo arrasador sobre el Centro Histórico, que es casi el único centro de destino de los miles de turistas que hoy nos visitan, afecta al conjunto social y tiene que convertirse con urgencia en centro de discusión y acción ciudadana.
La actividad turística no puede traducirse en otro factor generador de desigualdad y separación. No hay mayor torpeza que seguir convirtiendo a la ciudad histórica en un parque temático con vitrinas sin alma dispuesta a la compraventa del mejor postor.
Vivimos una profunda transformación, que si sigue el rumbo que lleva, afectará negativamente no sólo a la ciudadanía que asiste a los cambios de esa ciudad cada vez más ajena, sino a los propios empresarios del turismo que viven de su belleza y riqueza patrimonial.

ijunieles@gmail.com
Twitter: @irinajunieles

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