Colombia posee reservas probadas de petróleo para sostener por poco tiempo producciones de un millón de barriles por día (bd). Los pesimistas pronostican cinco a seis años. Un nada en tiempo petrolero, que requiere de más para buscar, descubrir y extraer el crudo. La encrucijada ad portas inquieta al Gobierno. El país está enviciado. El petróleo es 50% de sus exportaciones y mantiene a flote las finanzas del Estado. Los optimistas señalan la revolución de los hidrocarburos extraídos de esquistos (shale) en Norteamérica. Colombia también tiene de esas rocas.
Lo prudente es examinar qué hizo posible el rápido desarrollo de la tecnología conocida como fracking de esquistos en los EEUU. Aparte de la inventiva misma, una ventaja comparativa es la propiedad privada del subsuelo que alinea intereses en torno a una actividad potencialmente disruptiva. Las comunidades, en zonas por cierto relativamente deshabitadas, como Montana, Dakota del Norte y Texas, han estado desde el principio de acuerdo. Lo que yace debajo de sus tierras es suyo. Hay que acotar, sin embargo, que en el Estado de Nueva York, como en Francia, no quieren saber del tema.
Al ambiente propicio, se sumó el conocimiento geológico previo -EEUU es el país más explorado del mundo-, la infraestructura preexistente, la abundancia de servicios petroleros y, sobretodo, el inventario de equipos de perforación. El fracking de esquistos requiere taladrar sin pausa. Típicamente un pozo declina el 75% en 18 meses y, por, lo tanto, mantener la producción obliga a no parar. Mientras más aumenta, más hay que perforar para mantenerla. Cosa muy distinta a lo que ocurre en yacimientos tradicionales de rocas más benignas, donde una vez desarrollado el campo basta mantenerlo. El crudo de esquistos, en cambio, alberga en sí el germen de la autodestrucción.
El fracking le ha aportado dos millones de bd a la producción norteamericana en corto tiempo. Es dudoso que ese ritmo de aumento continúe y, en efecto, viene decayendo. Las compañías, grandes y pequeñas, están extrayendo mucho crudo, pero no están ganando dinero y su flujo de caja agregado es aterradoramente negativo. Las acosan las deudas. El modelo de negocios no está perfeccionado. Un incremento de las tasas de interés llevaría a la quiebra a más de una. Se ha escuchado un campanazo al castigar Royal Dutch Shell US2.100 millones de su inventario en esquistos. Explicación: inviable económicamente.
Don Sancho Jimeno, el héroe de Cartagena en 1697, se rasca la nuca. ¿Hidrocarburos de esquistos en Colombia? Puede ser. De manera muy preliminar, el recurso parece estar ahí. Pero su maduración necesita más tiempo que el disponible en la ventana de reservas del país. La cura inmediata de la escasez hay que buscarla en otra parte. Además, el fracking no tendrá futuro sin el diseño de una cuidadosa política de atracción de los que saben y tienen con qué. Si es con la lupa de los que enjalman la bestia antes de domesticarla, no hay futuro. Con fundamentalismos, la renta del recurso, quizá yacente a varios kilómetros de la corteza terrestre, permanecerá ahí abajo.
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