Columna


Campaña mediocre y sucia

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO

12 de mayo de 2014 12:02 AM

Nadie se engañe. La presente ha sido la peor, la más vergonzosa y la más aburridora de todas las campañas presidenciales en muchos años. Ha estado signada por los siguientes elementos, a cual más alejados del ideal democrático:

-La generalizada carencia de ideas, conceptos, programas y propuestas de fondo acerca de los grandes y graves problemas nacionales. Algo expresan algunos de los candidatos de manera casual e improvisada  sobre educación, salud, seguridad, paz  o trabajo,  pero se echa de menos un cuerpo integrado de elementos programáticos que, en las diversas materias, haya sido elaborado a conciencia por las campañas, con el objeto de ser presentado ante el electorado. Como, además, los partidos y movimientos se constituyen como empresas electorales de corta vida, no se distinguen los valores y principios profesados por cada candidato. Ellos están pendientes del impacto que sus coyunturales estrategias tengan en las encuestas y en las tendencias que muestran.

-A este respecto, el país se conforma ahora con presenciar el escándalo de cada día, y con escuchar  las diatribas, los dardos, las pullas que se lanzan los aspirantes, todos empeñados en buscar las frases más ofensivas  e hirientes o los cargos más graves  contra sus competidores, bien que se digan directamente por ellos o por sus columnistas amigos. Lo de  menos es el daño que se cause a la honra y al buen nombre, con tal de obtener unos puntos adicionales en las mediciones sobre voluntad de voto.

-La llamada “guerra sucia” -estrategia política consistente en desacreditar al contrario mediante rumores,  chismes, sindicaciones o descalificaciones  consignadas en improvisados libros o informaciones, con expertos asesores malévolos- ha logrado reemplazar los programas de gobierno y  el apoyo científico, técnico, político o jurídico de asesores honestos.

-No hay ya debates por televisión, con la presencia de todos los candidatos, dispuestos a explicar sus proyectos de administración y los planes que emprenderían en el país si lograran ganar las elecciones.  En los foros académicos o políticos participan dos o tres de los candidatos, que son capaces de formular propuestas con cierta seguridad y sin el riesgo de que una palabra mal dicha les quite votos o se los incremente al contradictor.

-Una notoria falta de compromiso de los candidatos, en su mayoría, con el electorado. Como si estimaran que los ciudadanos colombianos somos torpes, a tal nivel de torpeza de creerles absolutamente y a pie juntillas todas sus promesas, que, como lo ha demostrado la Historia, son normalmente incumplidas tras la elección del promesero, o los escándalos que esgrimen contra sus rivales, viendo la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio.
En fin, una campaña mediocre y contaminada por la violencia verbal, pobre en conceptos y rica en basura; que no ilustra, y por el contrario, confunde a los votantes.

jgh_asist@hotmail.com

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