Es el título de una separata de una prestigiosa revista colombiana, con buenos escritos de personajes de la vida nacional y local, mostrando la ciudad como epicentro del desarrollo, con una historia que la hace fantástica, que es preferida como destino nacional e internacional, con sectores económicos de punta de lanza para su crecimiento y desarrollo y como una puerta abierta al mundo y estratégica para el Caribe. Mejor dicho, la joya de la corona.
Al final de la lectura, me quedó un sabor amargo que me hacía preguntarme insistentemente: ¿aquí es donde yo vivo? ¿En esta ciudad que retratan es donde yo me muevo todos los días? Me sorprendió el interrogante porque casi no la veo.
Casi no la veo porque siento con tristeza que Cartagena se deterioró mucho y que ese deterioro avanza de manera sustancial. Como socióloga me preocupa la brecha social cada vez más ancha y como consecuencia la delincuencia es el pan de cada día. La informalidad económica, el rebusque descontrolado que acosa a propios y visitantes ya está desbordado. La corrupción administrativa en todos los sectores se extiende como peste. El deterioro de las vías tanto del Centro como de barrios llegó al límite. Peligro e inseguridad en las playas por falta de obras contundentes que protejan a bañistas y a la ciudad misma, no se le ve remedio a corto plazo.
Edificios y casas se aprovechan irresponsablemente de los andenes peatonales. Temor al atraco y al fleteo. Muertes absurdas, producto de intolerancia. Oportunidades laborales escasas. Condiciones ambientales realmente lamentables. Chiquitico compromiso ciudadano. La lista es larga.
Preocupa el último lugar que nos dio la reciente medición del índice de progreso social y que tiene que ver con lo poco exitosa que es una sociedad que no genera calidad de vida, que tiene un ambiente muy deteriorado y donde el individuo no ve oportunidades de crecimiento.
Asistí al foro de cierre de año de la Cámara de Comercio y nuevamente quedé sorprendida con la cantidad de proyectos que se están desarrollando y los que vienen; donde el sector privado invierte, no para perder, pero sí para generar, junto con el público, mejores condiciones que puedan ser disfrutadas por toda la ciudadanía.
Y ¿qué me encontré? Más de la mitad del auditorio desocupado, como muestra del desinterés y desapego por lo que aquí pase. Ausencia casi total de gente joven, inquieta y deseosa de participar profesionalmente en lo que viene. Añoranza de ser como una de nuestras ciudades vecinas y deseo ferviente de una administración publica comprometida por conseguir lo que nos falta.
¿Qué nos pasa? Cartagena es tuya y mía. Es donde quiero seguir viviendo, lo que quiero seguir disfrutando. Cartagena tiene condiciones pero requiere del compromiso mío y tuyo hoy. No mañana.
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