Columna


Cartagena vs La Habana

ANDRÉS ESCOBAR URIBE

31 de enero de 2015 12:01 AM

Cuenta Eduardo Lemaitre en su deliciosa “Historia General de Cartagena” cómo la ciudad se salvó de demoler sus murallas.

“Las viejas fortalezas de Cartagena, como las de todas las plazas fuertes del mundo, habían dejado de ser útiles desde que la potencia ofensiva de la artillería moderna superó la capacidad defensiva de baluartes y murallas. Algo más grave; éstas se convirtieron en un estorbo desde el momento en que a fines del siglo XIX se inició el proceso de expansión de los centros urbanos. Todas las grandes ciudades europeas, con París y Viena a la cabeza, iniciaron entonces su demolición, para construir, en su lugar, amplios bulevares y avenidas suntuosas. En América, este ejemplo fue seguido por todas las plazas muradas del viejo imperio español, como Lima, La Habana y, en parte, San Juan de Puerto Rico. Sólo las de ciudades como Cartagena, que se hallaban en plena decadencia, quedaron en pie. A nadie se le ocurrió que con el correr del tiempo, y con el nacimiento y apogeo de la industria turística, esos bastiones pudieran ser jamás motivo de admiración.”

La paradoja de Cartagena es que durante la colonia su riqueza la hizo centro de toda clase de ataques; la salvaron el valor de sus hombres y sus fortificaciones. Luego de la independencia, fue su pobreza la que la salvó de caer demolida por el llamado progreso. Gracias a la suerte, la ciudad resurgió con buena parte de su patrimonio arquitectónico en pie y recuperó su trono como capital del Caribe.

Ahora la historia da otro giro sorprendente. La gran rival de Cartagena durante la colonia regresa con ímpetu al tinglado.

La normalización de relaciones con Estados Unidos nos anuncia que pronto tendremos a “La Vieja Habana” abierta al mundo, buscando inversionistas y turistas. Y retorna fortalecida con los argumentos de su patrimonio, congelado por décadas. 

¿Cuál de las dos ciudades reinará en el siglo XXI? ¿Cual será capaz de aprovechar mejor su pasado para proyectarse sin sacrificar la vida local ni perder su identidad? ¿Cual podrá atraer el mejor turismo, en mayores volúmenes, sin colapsar su espacio público con automóviles y taxis?

Este contexto ayuda a ver el potencial de los terrenos de la Base Naval, donde puede crearse un distrito turístico, recreativo, cultural y autosostenido, como lo hicieron Beirut, Guayaquil y otros. Si un nuevo hotel se construye lejos de las murallas, sus huéspedes tendrán que venir motorizados al Centro. En cambio, si se levanta dónde está la Base Naval, junto a un gran paseo marino, sus turistas caminarán a la ciudad vieja o irán en bicicleta o en cualquiera de los muchos medios de transporte eléctrico que simbolizan el futuro del turismo cultural.

¿Cuál futuro escogerá Cartagena, para no dejarlo a la suerte?

*Empresa Virgilio Barco (proyecto Base Naval)
aeu2010@gmail.com

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