No es una falta ortográfica, ni se trata de un territorio distinto al que fuera nuestro, se trata de la descripción de una realidad que resulta cada día más evidente en el Distrito de Cartagena, que está pasando a ser de otros, y no precisamente de quienes por siglos las han habitado, construido y sostenido con sus impuestos. Cartagena, sino se detiene la ignominia, será toda AJENA, con murallas y playas.Cartajena, pudiera ser el nuevo nombre, ya que es la nueva realidad, por cuenta del desplazamiento y desalojo técnico que han venido sufriendo los habitantes y nativos de Cartagena, indígenas, mestizos, la población negra, mulata, y todos aquellos que vinieron a esta ciudad, desde muchísimos años.
La exclusión política, económica, social, territorial y laboral que progresivamente han venido soportando los habitantes de Cartagena y la mayoritaria población multicolor, antes dueños de la tierra, zonas de un incalculable valor urbanístico, turístico, comercial, y de gran importancia geoeconómica, hoy son cosas del pasado.
La invisibilización amenaza con ser absoluta, el proceso de despojo avanza inexorable, las zonas que antes eran ocupadas por los nativos, me refiero a Castillogrande, Bocagrande, Chambacú, es un buen ejemplo, que hoy también incluye toda la zona norte, la zona insular, al igual que Crespo, Manga, Pie de la Popa, barrio Chino, Martínez Martelo, Santa Rita Lo Amador, Centro, San Diego, Getsemaní, Torices, y pare de contar, ora por altas tarifas en los servicios públicos, impuestos , tasas y ahora, con el monstruoso avalúo catastral, que torna tenebroso el panorama.
Cartagena es sin duda un territorio privilegiado, es una gigantesca mina de oro, su estructura, su estratégica ubicación, su historia, su vocación industrial, comercial, portuaria y turística, la hacen rentable y paradisiaca, para los extraños y para quienes se han venido enriqueciendo vendiendo el futuro de sus habitantes y extraña para sus originales propietarios.
Es lamentable que el desarrollo turístico, industrial y comercial, no haya sido hasta ahora para quienes por siglos han habitado a Cartagena, ni para la población negra que mayoritariamente la ha construido , ni para los mestizos y mulatos, todos los cuales han sido empobrecidos y obligados a malvender sus propiedades.
Hoy por hoy, casi no somos dueños de nada, habiendo sido dueños de todo, por culpa no solo de una sistema de avaricia y codicias que ha capturado la vida en sociedad, sino por culpa de una dirigencia politiquera que se ha enriquecido entregando no solo lo público, si no el futuro de la ciudad, de sus gentes.
Oiga, mire y vea, no a Cali, sino a Cartagena poseída por una de las dirigencias políticas más podridas del país, esta que sí está ya ubicada en los lugares que antes eran de los cartageneros, disfrutando de los dineros mal habidos, y aprovechándose de la pobreza que siguen construyendo día tras día.
En los espacios de poder en el sector público y privado, no están los cartageneros, no obstante sus capacidades, estudios y competencias. Esta realidad exige un debate de fondo, que planteó a la sociedad civil, a la dirigencia cívica y comunitaria, a la academia, que permita volver a ser lo que antes éramos, y así detener el actual desarrollo desigual y excluyente. El desarrollo del territorio para que sea incluyente debe ser con todos, nacionales, nativos y extranjeros.
Abogado y profesor universitario
Alcidesarrieta77@yahoo.es
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