Columna


Caveat emptor

RODOLFO SEGOVIA

15 de octubre de 2016 12:00 AM

Ojalá vivas en tiempos interesantes reza el conocido proverbio chino. Ahí estamos: cuatro años de La Habana con filtraciones, caídas de telón y nuevos episodios. Y no cesan los intríngulis dignos del comediógrafo George Feydeau, el rey de la farsa, y atravesados por mutuas líneas rojas inflexibles.

Del episodio el 2 de octubre último se desprende que no se equivocó el no, y el sí también. Todos tenían razón y se manifestaron por la paz con énfasis en el sí, pero así no. Queda por ver cómo el así no conducirá al sí. Trabalenguas por desenredar.

La tinta no restaña. Lleva fluyendo años. De ahí saldrá algún premio de periodismo, consolación para tantos esfuerzos sesgados y no exentos de insultos.  La ausencia de sindéresis conduce a la confusión y a que entre tantas medias verdades los colombianos se desilusionen. Llegó el momento de abrazar al contradictor, como ha hecho el señor presidente, para lo cual es indispensable no descalificarlo. 

Muchísimos compatriotas en el fondo simpatizantes del sí rechazaron la avalancha mediática, tan desorientadora como los malabares del autoproclamado gurú del mercadeo que sacó pecho al empatar el no. La muestra: apoyos internacionales a tutiplén con noticia diaria hasta la apoteosis en Cartagena; miles de funcionarios haciendo la política que, en el espíritu de la ley, les estaba prohibida y derrochando dineros que también pertenecían a los que opinaban no; pregunta sesgada, eran los acuerdos lo que estaba en juego, no la paz; enternecedores recuadros de víctimas magnánimas perdonando victimarios, pero sin noticias de las víctimas -muchas- que no perdonan; amenazas de hecatombes tras el no y ríos de leche y miel tras el sí.

Parte del asombro al atardecer del día plebiscitario tuvo que ver con  Colombia en la mira del universo. A juzgar por los titulares, ningún evento geopolítico mundial, ISIS incluido, era comparable con la suerte de 15.000 insubordinados, entre tropas y auxiliares, y la jubilación y albergue de comandantes entrados en años. En palabras recientes de Sandrich:  “mi futuro no es la cárcel, mi futuro es el congreso y el futuro de Colombia es el comunismo”. No por viejos son más sabios.

Muy merecido el  premio Nobel de Juan Manuel Santos. Hay que seguir en la paz hasta el desarme final. El gota a gota de la perseverancia acaba por quebrar el duro pedernal. Algo se ha progresado desde el hirsuto discurso de Márquez en Oslo al iniciarse los diálogos y su actual presunta aceptación del estado de derecho. Habrá que tener en cuenta, empero, cuanto desconfían los colombianos de unos irredentos engreídos que habitan una realidad virtual. El zapato también les aprieta: ¿Es acaso una salida el regreso al terrorismo?.

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