Desde hace más de dos décadas por estos lares se retoma y reclama la pertenencia a un mundo del que nos separó la construcción de la nación colombiana. En ese volver los ojos al Caribe se han encontrado no sólo las similitudes y cercanías, sino también las asimetrías y desigualdades que lo caracterizan, así como las razones que impiden su integración real.
Son muchos los factores que dificultan la integración caribeña y que hacen inoperante hasta el más grande de los esfuerzos realizado por los países para crear una organización de estados. Hay que referirse a factores geográficos, históricos, económicos y culturales que no son pocos.
Muchos de los países y territorios siguen girando en los circuitos de las economías de las antiguas metrópolis. Es muy difícil que piensen superponer los beneficios de una incierta integración con los vecinos a los obtenidos al estar conectados, aun vía nuevo colonialismo, al mundo global.
Existen razones económicas. Con la globalización y la consolidación de grandes empresas monopólicas los sistemas de transporte aéreo y marítimo han desarticulado el Caribe en función de sus objetivos financieros. Existen también factores culturales como la multiplicidad de lenguas que se hablan en esa Babel que dificulta los encuentros, el conocimiento y el intercambio. Y qué decir de las barreras políticas que existen con la diversidad de estatus político pues en el Caribe coexisten estados asociados, colonias, departamentos de ultramar y países independientes con sus diferentes formas de gobierno.
De ahí que la posibilidad de hacer encuentros, de fomentar la circulación de la cultura y sus expresiones, de hacer ruedas de negocios, de poner en contacto a artistas, gestores y medios en un mercado, no pensado para satisfacer las preferencias de los gigantes, sino pensado desde la cooperación y la integración de esas partes del puzle que conforman el disímil mundo del Caribe sea deseable como factor de integración regional. Y ese deseo se materializa en la quinta versión el Mercado Cultural del Caribe.
Este mercado que se abrió el pasado jueves en el Teatro Adolfo Mejía, y que puede ser visitado por todos los cartageneros gratuitamente para el disfrute de los conciertos de lo mejor de las músicas colombianas y las compras de objetos novedosos en la temporada navideña, no es un evento cualquiera. Es en sí mismo un espacio de integración que rompe esas barreras que impiden la integración.
El mercado ha sido pensado en, desde, para y por el Caribe. Tiene la marca de ser hecho en Cartagena, la calidad que le imprime la Corporación Cabildo y el entusiasmo que le dan el gran número de instituciones que lo respaldan.
Cualquier evaluador vería con satisfacción lo que mueven estos mercados que la ciudad, sus empresas e instituciones debieran acoger con más fuerza: las ruedas de negocios con éxito que se logran, las iniciativas que se generan, los diálogos de saberes que se hacen durante los días de mercado, son todos buenos indicadores de su pertinencia. Cualquier académico encontrará en un mercado como éste las evidencias del peso de la cultura y su papel en la economía y la sociedad. Y eso ocurre en el Claustro de Santo Domingo de la Cooperación Española y en la Plaza de la Aduana.
¡Hay que ir!
*Profesor universitario
albertoabellovives@gmail.com
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