Columna


Cobertura y atención

CARMELO DUEÑAS CASTELL

08 de junio de 2016 12:00 AM

Un sistema de salud es la suma de organismos, instituciones y recursos que prestan servicios, tratan de responder a necesidades y mejorar la salud a través de un trato digno y equitativo financieramente. El sistema más eficiente es el que da un buen servicio con el menor costo siendo financieramente sostenible. La eficiencia se evalúa por: la esperanza de vida, el costo de salud como porcentaje del producto interno bruto (PIB) per cápita y el costo absoluto.

Hong Kong destina solo 3,8% del PIB y Japón el 8,5%. En Singapur, el estado aporta solo la cuarta parte de los gastos del sistema subsidiando a quienes no pueden pagar. Estados Unidos destina más del 17% del PIB  a pesar de lo cual cerca de 40 millones de habitantes no están protegidos. Un ciudadano de Singapur paga la quinta parte que un norteamericano y tiene mejores estándares de salud: mortalidad infantil, esperanza de vida al nacer y muertes evitables. El sistema norteamericano es de los más ineficientes, usa dos a tres veces más métodos diagnósticos que Canadá sin mayores beneficios. En sistemas privatizados, los médicos y aseguradoras tienen incentivos para cobrar más por los servicios y para aplicar tratamientos más caros. Aparentemente lo ideal es que el estado ejerza mayor influencia, decida en financiación y regulación de precios evitando gastos innecesarios.

La cobertura universal es una aspiración mundial que evitaría millones de muertes y, según la OMS, pretende garantizar que todos reciban los servicios que necesitan, sin pasar penurias financieras para pagarlas. La cobertura universal mejora la productividad, contribuye al bienestar familiar, garantiza el desarrollo sostenible, reduce la pobreza y las desigualdades sociales. La atención primaria es la asistencia sanitaria esencial, basada en la promoción y prevención y debe ser la columna vertebral de la cobertura universal al reducir costos.

En el último mes dos publicaciones inglesas reconocen la gran presión, sin precedentes, sobre los médicos ante una mayor demanda por el número de pacientes, muchos con condiciones médicas complejas. En Inglaterra, uno de los mejores sistemas de salud, la atención primaria es el 90% de todas las atenciones. Ahora propone un plan, respaldado en millones de libras esterlinas, para mejorarla y aumentar la cantidad de médicos generales, reducir la carga laboral, mejorar infraestructura, aumentar el tiempo de consulta y facilitar el acceso a médicos de familia y la continuidad en la atención.

Una cobertura universal, basada en la atención primaria, en el médico general y el médico de familia, apoyados eventualmente en la alta complejidad, sería deseable y gratificante, tanto para el médico como para el paciente y para el sistema.
*Profesor Universidad de Cartagena

crdc2001@gmail.com

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