Columna


Conversión del corazón

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

13 de abril de 2014 12:15 AM

Esta semana es tiempo especial en el camino de conversión del corazón a Dios, acogiendo su misericordia. Celebramos la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, el único humilde y obediente, de corazón limpio y manos puras, quien murió en la cruz para redimirnos y liberarnos de nuestros pecados y abrir nuestros corazones a la gracia y a la acción del Espíritu Santo.

La identificación con la cruz de Cristo nos hace conscientes de cuánto nos ama Dios, quien no escatimó nada para entregarnos hasta su último suspiro por amor a nosotros, desterrando el poder del pecado y de la muerte, para que unidos a su cruz, experimentemos la alegría jubilosa de la resurrección en nuestra vida.

Muchas veces no aprovechamos la gracia de Dios por pensar que quien requiere la conversión es “el otro”. Todos necesitamos conversión. Soy “yo” quien tiene que convertirse, del propio mal e incluso ante el mal ajeno, para saber responder como Jesús, siendo más pacientes, tolerantes, sencillos, generosos, serviciales y ofrecer nuestras oraciones y sacrificios por el bien y conversión de todos.

En la vida de familia, en el trabajo, en la sociedad, se refleja la conversión del corazón en la paz interior y en la alegría de la esperanza, permitiendo que el amor de Dios reverdezca nuestra vida, llenándola de sentido, lavando nuestros rencores, resentimientos, rabias, dolores, envidias, injusticias, soberbias y todo pecado  y exaltando el gozo y la gratitud por el paso del amor de Dios en nuestra vida. Tanto las alegrías y logros, como las tristezas, las dificultades, los problemas, vividos en unión a Cristo, derivan en crecimiento personal en virtudes y bien para las almas de todos.

Todavía hay mucho mal en el mundo: violencia, injusticia, deshonestidad, irresponsabilidad, avaricia, desamor, vida contraria a los mandamientos. El creyente tiene un papel preponderante abriéndose al Espíritu de Dios y llevando su paz, su justicia, su generosidad, su amor, en las situaciones y personas concretas de la vida.

Vivamos esta Semana Santa buscando la conversión del corazón, encontrándonos con el amor de Dios, que nos lleve a bendecirlo, amarlo, glorificarlo, darle gracias siempre y en todo lugar, porque nos ha amado hasta el extremo entregándose por nosotros en la cruz. Transformémonos en instrumentos del amor de Dios, viviendo según sus mandamientos, misericordia con los demás, ternura, alegría y servicio.

Llevemos nuestro corazón contrito y arrepentido a Dios en la confesión, para que Él lo devuelva lleno de gozo y de paz, haciéndonos participar de la Eucaristía, y en comunión con Él, participemos de su gloriosa Pascua de resurrección.
*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com

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