Columna


Convicciones

HENRY VERGARA SAGBINI

10 de septiembre de 2018 12:00 AM

La soledad y el abandono: más crueles que la peor de las gangrenas. La ingratitud: puñalada trapera que desangra, sin piedad, los recuerdos y el espíritu. La mejor compañía: las manos que te cuidaron y acariciaron cuando tus pantalones no necesitaban bolsillos. La mejor compañía: aquella que, mirándote a los ojos,  solo dice verdades sin importar el resplandor del éxito o lo polvoriento del sendero.

La más tibia morada: el costado generoso de tu madre ausente. Tu hermano más cercano: el vecino de al lado. La mejor almohada: la conciencia. Tu mejor negocio: el que no te mancha las manos ni te endurece el corazón. La noche más oscura: cuando apagas el candil de tus sueños. Tu vestido favorito: aquel que te permite caminar con la frente en alto.

La mejor guerra: la que se evita. El mejor trabajo: el que  harías una y mil veces sin esperar recompensa.  Los mejores sueños: cuando estás despierto. El auténtico amor: quien marchitó a tu lado y que, aún en el otoño, conserva aromas de  primavera. El mejor momento: ahora. El mejor libro: el que aún no has leído. El mejor poema: el que está por germinar. Tus mejores maestros: los niños. La mejor noticia: que continúas vivo y mirando las estrellas.

Los mejores zapatos: tus pies descalzos. La mejor caricia: la sombra dulce de un árbol. Mi fiesta inolvidable: tu perdón a manos llenas. El mejor bocado: el que compartes. La mejor alabanza a Dios: la misericordia. El dolor más profundo: la cama eternamente vacía. El peor de los castigos: la injusticia. Lo que te mantiene vivo: la fe del carbonero que siempre encuentra excusas para  intentarlo de nuevo. El elixir de la eterna juventud: las semillas benditas de los hijos y de los nietos. Los surcos más dulces y fértiles: las arrugas de los abuelos.

La llaga más fétida: el saqueo del país mientras permanecemos atados de lenguas, testes y manos. El más grande atropello: escuelas sin techos ni luces. El dolor que pulveriza conciencias: cementerios repletos de cruces inocentes y cajoncitos de cativo.

La  mayor estafa: tiranos prepotentes, obesos y cretinos frente a ejércitos de madres y niños escuálidos, migrantes sin rumbo, repletos de angustias y  gusanos. Y, sin duda alguna, el mejor de los consejos: abraza y besa al ser querido antes de que despliegue sus alas más allá del sol… Entonces de nada servirán los responsos, el agua bendita ni todas las cosechas de flores de la primavera.

hvsagbini_26@yahoo.es
 

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