Columna


Corazones de amor y paz

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

05 de junio de 2016 12:00 AM

“Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador”*. Este mes honramos a los Corazones de Jesús y de María. Las Sagradas Escrituras nos hablan de la importancia del corazón humano, entendido no solo en lo físico como motor de la vida, sino como centro de nuestras más importantes decisiones y opciones. La maldad endurece el corazón, la bondad lo ablanda. El pecado pone el corazón como una piedra, la gracia lo humaniza. Del corazón humano pueden surgir acciones justas y santas, o las mayores injusticias.

Jesús, en su infinito amor, se quedó con nosotros con su corazón ardiente en su Palabra y en la Sagrada Eucaristía. Él entra en nuestro interior a repararnos el corazón y como Palabra de Dios encarnada, nos hace arder el corazón de gozo, cuando escuchamos cómo nos enseña el camino de la vida, de la alegría, de la paz, de la libertad y del amor. Él nos enseña a ordenar nuestras vidas y acciones cotidianas hacia Dios.

Cuan duros y tercos de corazón somos, nos resistimos a entregarle nuestros corazones para que los transforme y vivamos el oasis de ternura, gozo y paz que nos ofrece. Requiere de sacrificios, es verdad, sobre todo porque muchas veces el espíritu del mundo va en sentido contrario, pero bien valen la pena los esfuerzos y sacrificios ante semejante regalo de amor.

Colombia tiene el privilegio de una gran devoción al Corazón de Jesús, estuvimos consagrados como nación desde 1902 hasta la Constitución de 1994, que lo consideró inconstitucional. Afortunadamente nuestra Iglesia sí nos consagró ambos corazones. Unos días antes de la famosa operación Jaque de liberación de los secuestrados el 2 de Julio del 2008, se consagró el Presidente Uribe y la mayoría de sus ministros y de las fuerzas militares. Cuánto avanzaríamos si le confiáramos nuestros corazones a Dios, para conquistar la paz, con justicia, verdad y reparación.

El inmaculado corazón de María latió al compás del corazón de Jesús. Desde niña meditó en su corazón la Palabra de Dios, Dios la colmó con su gracia permitiendo la encarnación por medio de su Espíritu Santo. Jesús es nuestro camino y la virgen María nos va acompañando en el proceso de conversión y maduración a Él. En las alegrías y en las penas contamos con nuestra madre espiritual quien ora con nosotros, nos anima, consuela, acompaña y guía hacia su hijo Jesús.

¡Corazones de amor y de paz, despierten nuestros corazones! Ayúdennos a recibirlos y a abrirnos a sus grandes dones para que conquistemos la verdadera felicidad. Repetimos desde el corazón: Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío, Inmaculado Corazón de María, me enseñas el camino a Jesús con tu oración, ejemplo de virtudes y gran ternura.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS