Columna


Corte Penal Int’l

RUDOLF HOMMES

22 de marzo de 2015 12:00 AM

Quien lee las severas advertencias de la fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) sobre las negociaciones en la Habana, y oyó a su antecesor, el argentino Luis Moreno Ocampo, en Colombia; o a César Gaviria, decir que no cree que la CPI sea el “primer enemigo de la paz en Colombia”, se asombrará si lee el reportaje de Lionel Barber, del  Financial Times, y el presidente saliente de dicha corte (“Lunch with the FT”: Sang-Hyung Song, Marzo 15 de 2015): allí se ve que la CPI es un león sin dientes y que el tratado de Roma es más aspiración que realidad. Esto contrasta con el criterio en Colombia de que la Corte está consolidada e inexpugnable, capaz de imponerse e impedir la paz.

Barber dice que la CPI se estableció en 2002, después del genocidio en Ruanda y de la “limpieza étnica” en la ex Yugoeslavia, y que la CPI quiere acabar la impunidad y responsabilizar a países y a sus líderes de crímenes de lesa humanidad y otras atrocidades, pero: “...es una frágil institución joven que opera en un mundo ‘hobbesiano’ en el que el poder supera usualmente al derecho”. El reportero pregunta a Sang-Hyun Song si deberíamos tomarla en serio si los Estados Unidos, Rusia y China no han suscrito el Tratado de Roma y en los 15 años de la corte solo ha juzgado a gente de raza negra y condenado solo a dos.

Añade que la CPI tiene un presupuesto de un poco más de 100 millones de Euros pero sin poder para arrestar, no tiene policía, ni capacidad de recolectar inteligencia y depende de la buena disposición de gobiernos miembros para actuar; y que “el largo brazo de la CPI está frecuentemente atado a su espalda”. Las investigaciones y los juicios pueden tomar años. Proteger testigos es costoso y exige tiempo y cuidado. “Hasta escoger las víctimas es difícil, especialmente por crímenes de guerra”.

El presidente de la Corte dice que Barber puede estar en lo cierto, pero dice: “a pesar de los obstáculos y limitaciones la CPI ha tenido un fuerte impacto en la dirección de paz, estabilidad, derechos humanos y  el imperio de la ley”, pero “nada es fácil para la CPI”. Han querido procesar al líder sudanés Al-Bashir, pero sigue suelto en África a pesar de que los gobiernos no lo dejan moverse como antes. Esto le da confianza a Song, aunque aún no es claro que la corte puede montar casos válidos contra líderes de ese continente, “como lo demuestra lo sucedido con el presidente de Kenya al que la CPI tuvo que retirarle cargos por falta de pruebas”. 
El resto del reportaje refuerza que la CPI aún tiene que negociar con los países, comunidades y hasta con remotas aldeas en el centro de África para encontrar justicia, y que no puede imponer reglas en ninguna parte. Song admite que su tarea no ha sido “misión imposible” pero sí “misión difícil”. Colombia tiene que ver esos antecedentes. Valdría la pena que Eduardo Pizarro y la Cancillería informaran si negociarán con la CPI, como lo hacen las tribus africanas con éxito.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS