Columna


Crecer y retroceder

JESÚS OLIVERO

27 de febrero de 2015 12:01 AM

Cada día un nuevo proyecto inmobiliario aparece en el horizonte cartagenero. Las casas han dado paso a enormes edificios, en un proceso que algunos llaman desarrollo económico. Concomitante con ese auge de la construcción de edificios, no vemos crear vías de acceso, o de una mínima transformación en otras áreas que son trascendentales en cualquier concepto precario que pueda tenerse de espacios urbanos contemporáneos.

Por su parte, el número de hospitales, colegios, bibliotecas, avenidas, humedales, parques, paseos peatonales, sigue igual o ha disminuido. Tal vez es un nuevo paradigma manejado desde las curadurías en donde ninguna de estas cosas es útil en el desarrollo urbano de la ciudad. Lo sensato es que cada nuevo proyecto genere de inmediato una compensación socioambiental derivada de la pérdida del suelo y la eliminación de los únicos productores de oxígeno con que contamos sobre el continente, los árboles.

Si bien otras instancias son también responsables del caos, las curadurías se han convertido en una máquina autónoma para promover los palomares de concreto, sin control, y con una visión diminuta de lo que significa desarrollo sostenible. Crecer sólo a punta de edificios es retroceder, en especial cuando no existe un balance coherente entre las condiciones de los diferentes actores sociales.

El desastre urbano en el que vivimos, adornado con florecitas de vasitos plásticos, en particular Transcaribe y el parque Espíritu del Manglar, entre otros casos, no tiene precedentes, y nos acerca a ser un moridero de pobres, como decía Gabo. La famosa transformación urbana derivada de esos proyectos nunca llegó. Por su parte, los planes de ordenamiento territorial conciben la expansión sin considerar aspectos ambientales serios, beneficiando sólo a los constructores.

Es hora de pensar en una verdadera ciudad. Los ciudadanos tenemos derecho a la movilidad, seguridad, aire puro, caminar por senderos arborizados, disfrutar el silencio solemne de las buenas bibliotecas y utilizar verdaderos parques, no basureros.

En la Zona Norte, por ejemplo, el nuevo alcalde debería adquirir grandes predios de bosque seco para no hacer nada en ellos. Sólo protegerlos para que den su oxígeno y puedan usarlos las plantas y animales que hemos desterrado de su hábitat, para construir. En la Cartagena urbana, el dinero que reciben las curadurías por licencias debería usarse para transformar los cambuches de miles de cartageneros en viviendas decentes, y en vez de pensar en tanto edificio, forjemos una ciudad para vivir como humanos.

@joliverov

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