Columna


Criminales de “buena familia”

DIANA MARTÍNEZ BERROCAL

28 de diciembre de 2016 12:00 AM

Entre las manifestaciones de rechazo por el crimen atroz que conmovió al país, vi una pancarta que decía: “Rafael Uribe, eres un animal”.

Este calificativo fue demasiado generoso para este señor, pues mi abuelita decía que un animal solo mata por tres razones: para defender su territorio, para alimentarse y para proteger a su cría; y este hombre raptó a una niña jalándola por sus cabellos mientras jugaba con sus amiguitos, la montó a la fuerza en su carro, la golpeó hasta sacarle sangre, le mordió la cara, la torturo, la violó y finalmente la asfixio. No me cabe duda que si el reino animal razonara, se ofendería con esa comparación, más aún, cuando muchos perros han sido sacrificados por morder a menores.

Tan solo este año, la fiscalía investigó 18.000 casos de abuso sexual contra menores de edad, y ni hablar de la gran cantidad de  mujeres que han muerto víctimas de brutales ataques en los que fueron golpeadas, acuchilladas, y hasta incineradas.

Más allá de atacar la consecuencia del problema a través de nuevas leyes (como si la fiebre estuviera en las sábanas), debemos cuestionarnos como familia qué clase de hijos le dejamos a la sociedad. Unos delincuentes que hagan cosas tan espeluznantes como estas (donde ni los mismos presos los quieren recibir en la cárcel), no nacen así, ni se hacen de un día para otro, sino que comienzan con pequeñas cosas que no se corrigen. En algo estamos fallando como padres.

Para lo único que sirve todo el pedigrí del violador de Yuliana (entre el colegio Gimnasio Moderno, la Universidad Javeriana, estudios en el exterior, carros de lujo y bienes raíces), es para darnos cuenta (sobre todo en un mundo de consumo como el de hoy, donde importa más tener que ser), que de nada sirve darle a los hijos todo lo que nosotros no pudimos tener, si olvidamos lo esencial: el código ético y moral que se convierte en una brújula para toda su vida.

Pasamos de una generación donde los hijos les tenían respeto a sus padres, a una generación donde los padres les temen a sus hijos. Nos da pavor decirles no porque pensamos que para que un hijo sienta que somos buenos padres, debemos decirle sí a todo los que nos pida.    

Lo único que resulta de esta excesiva permisividad y alcahuetería es que más adelante nos pase como a la familia de Rafael Uribe, que lleguemos a la escena del crimen y nos toque la vergonzosa tarea de seguir tapándoles para evitarles una vez más, que asuman la consecuencia de sus actos. 

*Abogada, especialista en Derecho Público y Ciencias Políticas.

DIANA MARTÍNEZ BERROCAL*
dianamb1@hotmail.com

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