Columna


¿Crisis o anomia?

DARÍO MORÓN DÍAZ

11 de marzo de 2017 12:00 AM

El panorama político y social de Colombia al comenzar el siglo XXI es deplorable, en razón a que en todos los estamentos de la nación se percibe un estado de crisis definido como anomia social. Falencia debida a la desconfianza hacia las instituciones, a la corrupción en los niveles altos, medios e inferiores de la sociedad. Ocurre que sin el menor recato se soslaya la ética pública en la gobernabilidad y olímpicamente se desconoce la institucionalidad. Es un colectivo social en el que se acude a las maniobras deshonestas, supercherías y a la violación de las normas legales; por todo lo anterior es evidente que estamos inmersos en una auténtica anomia; que es un concepto sociológico analizado por Robert T. Menton (1): Influyen en tal degradación factores como la deficiente educación y la pobreza extrema que obviamente conducen a los individuos a cometer delitos de toda laya. Es evidente que a menor grado de educación y desigualdad en la riqueza habrá mayor incidencia en las transgresiones, es una relación directa entre la concurrencia de tales factores y la criminalidad.

Pero realizando una disección precisa en Colombia esa generalización no es absoluta porque precisamente, en la corrupción sus mayores actores surgen de las esferas ubicadas con niveles de educación superior y profesional e inclusive con altos grados de riqueza. Sin embargo, la concupiscencia con el delito y la violación de los códigos de ética es ostensible. De tal manera que la anomia que gravita en la sociedad colombiana no solamente está circunscrita a la falta de educación y la concomitante pobreza sino también al desequilibrio moral de algunos sectores o individuos de la sociedad.

Colombia es una nación sui generis, sin identidad y compromiso con la nacionalidad, con evidente desvertebración en las esferas políticas así como en las instituciones. Las absurdas e inentendibles acciones en el órgano legislativo y en los entes de fiscalización y administración de la justicia contribuyen a esa inexorable circunstancia de la anomia social; excepcionalmente los integrantes de tales organismos asumen su compromiso con el interés nacional.

Citemos como ejemplo los escollos que le crean a la finalización del proceso de paz que pone fin a los más de cincuenta años de lucha fratricida, que demuestran que tales actores incrustados dentro de los distintos órganos prefieren ese estado de anomia y de desorden porque ello les facilita mangonear y lucrarse en la corrupción.
 

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