Columna


¿Cuál es la filosofía de los medios?

LIDIA CORCIONE CRESCINI

21 de marzo de 2017 12:00 AM

Se ha llegado a afirmar que es tal el poder y la influencia de los medios de comunicación que han transformado la cultura, la tradición y los valores más arraigados de la sociedad.

Es importante tener una mirada ética y estudiar esta problemática desde esta óptica para tratar de responder a ciertos interrogantes: ¿Cuál ha sido la incidencia de los medios de comunicación en la tradición y la cultura? ¿Cómo puede la ética influir en la comprensión y transformación de las nuevas realidades generadas por los medios de comunicación?

Vemos cómo para Aristóteles, la ética debe empezar por averiguar cuál es el fin –el bien—al que la naturaleza nos encamina y será moralmente inteligente quien descubra los medios para alcanzarlo: el hombre es un ser sociable por naturaleza, si posee el lenguaje debe poseerlo con algún fin, que no puede ser otro que expresar lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, valores que son exclusivos de la vida en sociedad. La razón de que el hombre sea un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier otro animal, es clara. Como decimos, no hace nada en vano.

“Sólo el hombre, entre los animales, posee la palabra”. La voz la poseen todos los animales y han alcanzado placer o dolor, en cambio, la palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto. Y esto es propio de los humanos frente a los demás animales. Y todo eso es muy válido, porque no podemos ocultar una realidad violenta que nos ha carcomido y devastado durante muchas décadas, sin embargo tomar como eje primordial y repetitivo esta temática de los chachitos “malos”, protagonistas de una historia macabra y llevarla a la pantalla chica hasta saturarnos, es algo delicado y que se debería pensar muy bien por parte de los libretistas y escritores.

¿Son profesionales y éticos por ejemplo, los periodistas que comunican noticias por llevar sólo la vocería? ¿Es válido entonces que las productoras de seriados y telenovelas tengan como prioridad llevar a la pantalla chica una violencia cruenta y desgarradora adornándola con matices de romanticismo, colores y disparos?

A pesar de tanta agua turbia, la mayoría de los colombianos somos buenos, románticos, familiares, unidos, no todo es tan malo como lo muestran esos programas, que deberían rescatar temas de amor, de familia, de alegría, aunque la maldad abandere el mundo, porque las cosas buenas alivian el alma, reconfortan la vida y nos obligan a retomar las riendas de mejor manera. El amor, la sonrisa y la alegría de corazón, contagian y son multiplicadores.

*Columnista

licorcione@gmail.com

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