Columna


Cuerpos de agua y mangles

RODOLFO DÍAZ WRIGHT

24 de octubre de 2017 12:00 AM

De las muy buenas fotos antiguas de Cartagena, hay una que especialmente da nostalgia y causa controversias y reflexiones: muestra el lago de El Cabrero, visto desde el baluarte de San Lucas, ese pedazo de muralla que queda frente a lo que era la India Catalina. La foto expone el inmenso espejo de agua del lago, con sus orillas nítidas y rodeado por un paseo y una baranda, desde donde los turistas contemplaban a los alcatraces, en sus complicadas maniobras de pesca subacuática.

Hasta hace poco se decía que en Colombia hay, en las dos costas, cerca de 400.000 hectáreas de manglares que nadie  ha sembrado. Ellos se reproducen de manera natural, ya que sus propágulos flotan hasta que encuentran aguas quietas, poco profundas, salobres, sin oxígeno y fondo fangoso. Ahí se depositan y el resto de la historia ya la sabemos. Esa primera planta genera cientos de propágulos que tan pronto caen se entierran en el fango y producen nuevas plantas.

Muchos son los estudios y las ventajas que se le atribuyen a este ecosistema. Se destaca por su capacidad de descontaminar, alta productividad de materia orgánica y por promover la biodiversidad, ya que sus raíces sumergidas proveen habitáculo y refugio para una rica fauna de peces, crustáceos y moluscos.

Los manglares tienen un alto valor ecológico y económico ya que actúan como criaderos para muchos peces y mariscos y albergan y suministran áreas para anidar a un número considerable de especies de aves residentes y migratorias. Los manglares sin embargo, tienen otra cualidad, que, sin quererlo, es al mismo tiempo su peor enemigo: atrapan sedimento y hojarasca entre sus raíces y ayudan a rellenar y recobrar terreno. Primero llegan los desechos, los desperdicios y el icopor, después las ratas, los perros y los “cambuches”.

Mientras no se demuestre lo contrario, es claro que nuestros manglares no están soportando ese ecosistema acuático de ostras, camarones, caracoles, langostas y peces, de que tanto nos hablan y que tanto ponderan quienes a esto se dedican. Hay que aceptar que nuestros cuerpos de agua están estancados y no drenan por el efecto cíclico de las mareas, que sería lo que les permitiría cumplir su función como ecosistema productivo.

Cuando lleguen los buses acuáticos no podrán moverse porque los manglares ya habrán terminado de convertir en playones de fango lo que hoy queda de agua en nuestros cuerpos interiores. Los mismos manglares, con su función rellenadora, harán la delicia de los invasores, ya que habrá nuevos terrenos para cercar. Hace muchos años un alcalde tumbó un sector de muralla para desaguar la ciudad y evitar la epidemia grande de cólera morbo. Creo que va siendo la hora de pensar y decidir si queremos salvar los mangles o salvar los cuerpos de agua. La verdad es que cada vez es más la gente que no ve y por lo tanto no cree en las ventajas de nuestros manglares internos.


RODOLFO DÍAZ WRIGHT
genteyltda@gmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS