La designación de Sergio Londoño Zurek, como alcalde mayor de Cartagena, mientras dura la suspensión del titular Manuel Vicente Duque, puede percibirse desde el referente psicológico que ilustra los niveles de optimismo y pesimismo: el vaso medio lleno o medio vacío. Es cuestión de perspectiva.
Para algunos voceros de sectores afectos al suspendido alcalde, el nombre de su remplazo fue recibido prematuramente con aversión; sin mediar discusión lo identificaron como emisario de bando contrario en una contienda de clases. Las referencias a sus apellidos, lugares de residencia, amistades, afinidades, inclinaciones y el color de su piel, han sido sus principales argumentos de descalificación.
Desde otras orillas de opinión se reconoce a Londoño un elevado nivel de formación académica, reconocida eficiencia, capacidad de gestión y limpia, aunque corta trayectoria en el ejercicio público, que garantizarían transparencia y efectividad durante el ejercicio de su poder temporal.
Cualquier otra persona nombrada por el Presidente de la República en ese cargo habría sido recibida con iguales o más apasionadas reacciones de aceptación o de rechazo, de tal suerte que al nuevo alcalde le convendría no brindar mayor atención a zalamerías o resistencias y concentrarse de lleno en conducir, con criterio de gerencia social, los destinos de la ciudad a ritmo de fast trak.
Independientemente de las razones que motivaron la suspensión del alcalde Duque, la interinidad administrativa es altamente perjudicial para la ciudad, pero resultará más nociva si a ésta se le intenta bloquear o entorpecer por cualquier medio y con cualquier fin.
Una eficiente y transparente administración durante el tiempo que dure la suspensión le servirá mucho a Cartagena, e inclusive al propio Manolo Duque para que cuando retorne a su cargo encuentre la casa en orden y pueda proseguir con la implementación del plan de gobierno que ofreció y por el que fue elegido.
Desde cualquier vertiente ideológica, política, económica, religiosa o social, lo mas sano en estos momentos es acompañar con los ojos abiertos al alcalde encargado y concederle el beneficio de la confianza en sus ejecuciones, en la medida que estas se orienten de manera comprobada a encontrar soluciones efectivas a los múltiples problemas que afronta la ciudad.
Los miembros del equipo de gobierno, cuyos rostros apesadumbrados quedaron registrados en una fotografía rodeando a su jefe interino, deberían considerar como opción de lealtad para con su líder (Manolo), redoblar su capacidad de trabajo y la conquista de resultados, para que a su regreso los encuentre con las sonrisas de satisfacción que no le pudieron brindar en su abrupta partida del cargo, y de ser posible comiencen con sus acciones a terminar de llenar el vaso del optimismo de ciudad, contribuyendo al cambio de perspectiva, que permita verlo medio lleno.
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