Columna


Culpable de la desgracia

MARIA FERNANDA IBARRA

09 de octubre de 2014 12:02 AM

Desde cuando nacemos, nuestro cerebro empieza a desarrollarse en tamaño y saber. Pero crece hasta cierto punto y también parece que tiene un cupo muy limitado en la memoria. Cuando éramos niños, de las primeras palabras que aprendimos era papá y mamá. Papi te amo, mami te amo. Amor era una de las palabras que más pronunciábamos, y no solo en nuestras casas.

Éramos amigos de todos los niños en el parque sin importar si era blanco o negro, si era católico, cristiano o musulmán.

Si pertenecía a un colegio o a otro.  Compartíamos nuestros juguetes muchas veces a regañadientes. Pero lo hacíamos y después no queríamos dejar de jugar con ese... al cual jamás habíamos visto antes, pero que se convirtió en nuestro amigo ese inolvidable día.

Cuando éramos niños reíamos de cualquier bobada. En esa época sabíamos reír pues la felicidad la basábamos en lo sencillo, como ir a cine con los amigos o en un simple y descomplicado cumpleaños en el cual lo importante era estar con los amigos y no hacer competencia del que llevara el regalo más grande o más caro. Éramos felices con una colombina o con cualquier cosita en nuestras manos. Éramos felices viendo la paloma en la ventana y hasta nos gozábamos un charco en la calle, en el que brincábamos sin parar para salpicarnos la ropa.

Peleábamos por la bicicleta o por la muñeca, pero llegábamos rápido a un acuerdo y terminábamos jugando juntos. Cuando éramos niños, todo era más claro, menos complicado y más bello. Aún existía nuestra ternura, detalles, amor e inocencia.

Pero ahora... con mucha tristeza me he dado cuenta que al parecer, a medida que crecemos, a nuestro cerebro le toca ir sacando información vieja y remplazarla por nueva. Entonces saca de su memoria la palabra amor y por eso se nos olvida decir te amo, también saca de su memoria la palabra amistad, volviéndonos sujetos selectivos. Por dinero o conveniencia, nuestro cerebro expulsa la tolerancia, remplazándola por algo nuevo al cual aún no le he encontrado palabra.

Quiere decir que nuestro cerebro tiene una gran falla de capacidad y le toca desechar lo viejo y que parece obsoleto, por lo nuevo que es dizque evolución, o madurar, o crecer. O como quieras llamarlo, al parecer para sobrevivir en este mundo.

No sé qué otras esenciales palabras sacó nuestro cerebro. Pero si sé que metió a su limitada memoria, un sinfín de inútiles palabras sin sentido y mucho menos función o significado útil. Palabras con definiciones que no sirven sino para envenenarnos el alma, y que nos hacen cada vez más infelices y con menos sentimientos y valores para crecer como personas para aprender a darnos a los demás.

*Rotaremos este espacio una mayor variedad de opiniones.

 

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