Columna


A cumplirle a Grau

ALBERTO ABELLO VIVES

05 de abril de 2014 12:02 AM

Se conmemoran diez años de la muerte de Enrique Grau. Aún se recuerdan las palabras del presidente de la República de turno ante el féretro en el Teatro Adolfo Mejía, muy cerca de Terpsicore y las demás musas del plafón, uno de sus últimos esfuerzos pictóricos.

Al año siguiente, a partir de ese momento, Cartagena –según el presidente- contaría con un museo para albergar la enorme donación que hiciera a la ciudad muchos años antes de su muerte. Diez años de espera han transcurrido; Grau descansa en paz en el cementerio de Manga, donde siempre quiso que lo llevaran. Y no hay, diez años después, siquiera una idea o perfil de proyecto claro y desenredado entre la nación y el distrito.

Grau quiso que su ciudad soñada se quedara con lo más preciado de su obra plástica (que había reservado para sí) y con buena parte de sus signos vitales: libros de arte, precolombinos, colección de arte popular. Pero la ciudad nunca recibió la donación. Y la idea del museo paseó del timbo al tambo.

No habla bien de la gratitud ni de la grandeza de una ciudad cuando le da un portazo en la cara al legado de uno de sus hijos más importantes y que más la amó.

Grau quería un museo con su nombre y le alimentaron la idea hasta mentirle. Hoy los museos de autor han pasado a la historia; pero Cartagena sí necesita una gran área o centro intercultural como los que se emplazan en las principales ciudades del mundo, con espacio público para todos, instalaciones culturales y museo de arte incluido: pudiera llevar su nombre.

Grau quería que se instalara en el antiguo Club Cartagena, pero éste era propiedad privada. La idea de hacerlo en Chambacú fue planteada en algún momento pero no prosperó. El gobierno nacional ofreció la vieja casona frente a la catedral y al maestro no le gustó.

Luego hubo gestiones ministeriales para que se localizara en la casa del marqués de Valdehoyos, en la calle de la Factoría, pero no cuajó y pronto esa vieja casona será reinaugurada por la Cancillería para ejercer desde allí su obligado mandato de hacer de Cartagena su sede alterna. A Grau llegaron hasta hacerle un acto especial para la entrega, con ministra y autoridades a bordo, del Claustro de la Merced, sin la aquiescencia de la Universidad de Cartagena, su propietaria; como si el destino de los bienes públicos se decidiera a dedo.

La lógica indicaba que el maestro, cofundador del Museo de Arte Moderno de Cartagena, le hubiese entregado a éste la donación. Pero no fue así. En algún momento el MinCultura le propuso al Mamc, con cierta lógica, retomar la idea de una sola institución fortalecida para albergar el legado, al lado del resto de la colección en dos sedes pero la idea no caló entre sus directivos.

Grau, el gran maestro, el que deslumbró a los veinte años en un salón nacional de artistas, el que aportó a la modernización del arte colombiano no es, ni puede ser visto como un simple patrimonio familiar; su vida y su obra son patrimonio de la ciudad y de la nación.

¡Es hora de cumplirle a Grau!

*Columnista quincenal

albertoabellovives@gmail.com

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