Columna


De Medellín a Transcaribe

JUAN CAMILO OLIVEROS CALDERÓN

24 de abril de 2015 12:05 AM

A pesar de la desconfianza que despierta Transcaribe en la ciudadanía, especialmente por los múltiples retrasos e incomodidades de su construcción, la escasa inversión en otras vías estratégicas y las afectaciones a quienes se benefician del actual caos en el transporte, no hay ninguna excusa para que, a la vuelta del próximo año, el sistema no funcione. 

Transcaribe puede representar un gran salto para elevar la calidad de vida de los cartageneros. Pero podría ser también un gran desastre. En efecto, si se repiten los mismos errores que se cometieron en su construcción –la fatigante descoordinación entre entidades gubernamentales, por citar una de ellas–, la puesta en marcha del sistema tendrá dificultades insuperables. El desafío de la administración local y de los actores involucrados radica en incorporar los aprendizajes de la última década para  lograr que el sistema, que debe impactar la movilidad, produzca las apremiantes transformaciones que la ciudad requiere.

El próximo alcalde deberá tomar decisiones para resolver, entre muchos otros, los siguientes asuntos: ¿Cómo se tratará el mototaxismo y, en general, el transporte informal? ¿Cómo será el proceso de educación ciudadana sobre acceso y uso del sistema? ¿Cómo se fomentará una mayor demanda, si ésta no va a ser tan alta como inicialmente se proyectó? ¿Qué se debe hacer para agilizar la chatarrización de buses viejos y la entrada de nuevos? ¿Cómo enfrentar posibles bloqueos de todo orden? ¿Y qué hay de la seguridad de los usuarios? ¿Cómo mantener la tarifa en un nivel adecuado para las condiciones socioeconómicas de los cartageneros? ¿Y a la vez, cómo evitar que suceda lo de Bogotá y otras ciudades, donde miles de pasajeros se cuelan al sistema sin pagar?

Por supuesto, toda acción que se emprenda deberá soportarse con evaluaciones y estudios sólidos. No es sensato dejar tales asuntos al vaivén de los deseos del gobernante de turno y su equipo, o de las presiones políticas, sin que, teniéndolos en cuenta, medie información objetiva que construya conocimiento sobre la ciudad, sus habitantes y el efecto de las decisiones públicas. La ciudad y su dirigencia deben pensar desde ya en cómo se enfrentarán estos desafíos en lugar de esperar a que, por premuras del tiempo, se tomen decisiones a la ligera.

El metro de Medellín sufrió serias dificultades. Su construcción se paralizó durante siete años. Los ciudadanos no creían en el proyecto. Sin embargo, hoy es referente mundial y su culminación impulsó el desarrollo urbano de esa ciudad.

¿Seremos capaces los cartageneros de aprender de nuestros compatriotas paisas?

*Profesor, Programa de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, UTB

joliveros@unitecnologica.edu.co

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