Columna


De Raros…;y oficios

IRINA JUNIELES

28 de septiembre de 2013 12:02 AM

En Cartagena pocos temas me enorgullecen tanto como la organización y activismo real que han logrado sectores tradicionalmente excluidos del discurso político, de la toma de decisiones y en general de la vida visible ciudadana.
Un colectivo que entró a incidir notablemente es el de las organizaciones que reúnen a población de hombres gays, mujeres lesbianas, personas trans, y en general a quienes viven formas de expresión sexual y posturas de género diversas, identificándose en la categoría política LGTBI. Estos grupos demostraron que tienen mucho que decir y entregar a la construcción de una ciudad más justa.
Uno de esos aportes está en el libro Raros... y oficios, de los investigadores Alexander Pérez, Guillermo Correa, Édgar Plata y Wilson Castañeda, este último director de Caribe Afirmativo, organización que ha liderado en los espacios institucionales y ciudadanos la defensa del derecho humano a la diversidad, y que hoy cumple 4 años de acción en Cartagena.
Gracias a Caribe Afirmativo se vieron situaciones concretas de exclusión y discriminación de la población LGTBI, y hay apuntes suficientes para construir una política pública que oriente las decisiones locales en este campo.
Raros...y oficios muestra las condiciones de trabajo de la población LGTBI en Bogotá, Medellín y Cartagena, y analiza la tríada empleadores-trabajadores-sindicatos. Mujeres lesbianas no femeninas cuentan su condena a estar en tacones y maquilladas para mimetizarse en el ámbito laboral; hombres gays no masculinos obligados a ser ‘machos’; personas trans a quienes su inocultable construcción de género les lleva a padecer la hostilidad de una sociedad que creó una imagen errónea, excluyente y transfóbica, y que les condena a habitar la periferia, expuestas a la brutalidad humana.
Cuando se tiene la suerte de un trabajo formal, por el lado de las empresas, los casos muestran a los empleadores invisibilizando el tema, y ciegos-sordos-mudos frente a comportamientos discriminatorios contra sus empleados. Por el lado de los sindicatos, tratando de impedir un falso trato preferencial en la lucha obrera, el discurso de la diversidad apenas empieza a permearles.
Una lucha constante, más injusta, dolorosa y fuerte que el resto, deben librar valientes ciudadanos y ciudadanas que por su opción sexual o postura de género diversa, en su mayoría han sido obligados a desertar de la escuela, a vivir del trabajo informal, al uso restringido de los baños en el trabajo, a usar uniformes que no corresponden a su decisión, a ser llamadas por un nombre que prefieren no usar, y a ejecutar aquellos oficios a los que nuestros clichés les reducen.
Activismos como el de Caribe, hay que fortalecerlos y proyectarlos a otros ámbitos de la sociedad
*Abogada, Investigadora cultural


@irina.junieles
 

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