Columna


De relicario a bazar

JORGE DÁVILA-PESTANA VERGARA

02 de mayo de 2017 12:00 AM

Así tituló hace 22 años el desaparecido Carlos Lemos Simmonds, un artículo en un periódico capitalino, denunciando la degradación que en muchos aspectos había encontrado en Cartagena. No creemos que lograra imaginar que llegaríamos a situaciones nuevas y peores, producidas sistemáticamente.

Por un lado, la prostitución y venta de drogas es parte de la cotidianidad nocturna del casco amurallado, para no hablar del sempiterno problema de los vendedores ambulantes. Batiburrillos que se multiplican en el “aroma” que ya distingue a la ciudad: fétidos olores, y orines, tanto de humanos como de animales. Enquistados  en las calles por confianza legítima, semejan un cáncer que carcome sus andenes. Hoy los operativos despejan a nuevos ocupantes, y casi enseguida  regresan a ocuparla.

Los propietarios de inmuebles, en complicidad con arquitectos y constructores deshonestos, aprovechan cualquier instante para construir a su antojo, sin remordimientos, toda clase de disparates arquitectónicos. La estrategia del caracol se materializa aquí, al revés. Por arte de birlibirloque aparecen cada tanto tiempo, pisos, piscinas, y alturas, sin los permisos. Metamorfosean así la fisonomía paisajística del centro amurallado, y desbastan de paso nuestra herencia artística patrimonial. A pesar del control de obras por parte de la División de Patrimonio del IPCC, la actitud que despliega al tener conocimiento de estos hechos, no es rápida ni contundente.

Y para completar el caos en el Centro Histórico, silenciosamente aparecen en cualquier calle o estacionamiento, conos viales, balizas de señalización, canalizadores de transito o barreras de circulación, delimitando territorios, frente a almacenes, joyerías, hoteles, residencias y estacionamientos, sin que ninguna autoridad les ponga cortapisa.

Confiamos en la palabra del gerente del Espacio Público, Iván Castro, quien nos aseguró llevar a cabo operativos para acabar con esta nueva enfermedad del casco histórico. De paso, la irregularidad sirve de mal ejemplo para que la imiten.  ¡Es una nueva plaga color zanahoria, que debe exterminarse ya!

Acotaba en su columna Lemos Simmonds que venir a Cartagena antes del descalabro que describía, era a la vez un mandamiento estético y un acto de veneración. Apuntaremos que visitar a la ciudad hoy es a la vez asombrarse con el deterioro alcanzado y comprobar, tristemente, que pasó de bazar a muladar.

jorgedavilapestana@hotmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS