Columna


De Villatina y El Poblado

CRISTO GARCÍA TAPIA

24 de octubre de 2013 12:02 AM

De estos dos asentamientos urbanos de Medellín, quizá pueda decirse que la única diferencia entre ellos es la de la estratificación socioeconómica que determina quiénes pueden vivir en uno y otro poblamiento de aquellas empinadas laderas.

No obstante, el riesgo de morir sepultados bajo miles de toneladas de tierra, es igual para el habitante de estrato alto de El Poblado que para el marginal de Villatina y poblamientos aledaños.

Y no precisamente por designio sobrenatural de alguna vengativa divinidad de esas que abundan en el imaginario colectivo, o por cosa parecida que pueda explicar y hasta justificar cuanto aún no acaba de pasar en Medellín.

Más bien sí, por el abuso consentido, legalizado e institucionalizado que se da de espacios y territorios cuyas condiciones naturales, fisiográficas y tectónicas, están vedadas para usos y destinos diferentes de aquellos que la naturaleza les ha dispuesto y asignado a lo largo de su historia geomorfológica.

Que es cuanto se alcanza a deducir de aquel catastrófico alud de miles y miles de toneladas de tierra que, un domingo de septiembre de 1987, hace veintiséis años, enterró más de 600 personas en Villatina, un terreno de la ladera oriental del cerro Pan de Azúcar de aquellos inhabilitados por la naturaleza para ser transformados en hábitat para humanos.

Y en el de esta mole de concreto de El Poblado, de veinticuatro pisos, derrumbándose sin misericordia y enterrando, entre cemento y hierros retorcidos, bienes y vidas valiosas como las de Villatina.

A más de un agregado que, adquirido y pagado a precios elevados, resultó ser la ilusoria calidad de los costosos y lujosos edificios que algunas constructoras venden con las sugestivas denominaciones de “construcción sismoresistente” y con “seguridad colectiva garantizada”, cuando ni lo uno y otro es.

Colectiva o particular, la tal “seguridad” no vendría a ser más que un concepto de mercadeo, pues ni la jurídica que pueda expresarse en una normatividad referente y aplicable al uso del suelo en aquellos espacios existe.

Ni la demuestran y certifican, la tal “seguridad”, los estudios de geotécnia y diseños estructurales previos que deberían adelantarse para consumar el abuso, la ilegalidad e inconveniencia de construir sobre suelos no aptos para ningún tipo de levantamiento que implique alteración de sus condiciones naturales.

En Villatina, la razón de uso de aquel espacio fue la necesidad de un cobertizo donde guarecerse una familia marginal. En El Poblado, el apetito insaciable por la utilidad económica derivada de la demanda de vivienda de alto estrato en lugares no aptos.

En ambos, la catástrofe por error humano.

*Poeta

*elversionista@yahoo.es

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