Columna


Debemos persistir

DANILO CONTRERAS GUZMÁN

07 de octubre de 2016 12:00 AM

Confieso mi abatimiento y sorpresa la tarde del 2 de octubre al conocer los resultados del plebiscito. Primero demerité algunos argumentos de ciertos líderes del No que sentí fundados en falacias y manipulación.

Traté de buscar refugio leyendo y encontré un texto subrayado de los “Ensayos completos” de Montaigne. Una frase corta me devolvió cierta tranquilidad para reflexionar críticamente: “El sabio no está exento de conturbaciones, pero las modera”. En mi caso, la frase es aplicable parcialmente pues lo de sabio es apenas una aspiración.

La frase me obligó a aprender de la crisis y vi que mi criterio inicial podía ser mezquino pues solo me satisfacía que ganara el Sí, omitiendo el principio democrático de mayorías, y mal podría renegar de una de las reglas de la democracia. Argumentaría que ciertos promotores recurrieron a la mentira y el fanatismo para impulsar el No, pero no podría, con la misma fuerza argumental, acreditar que quienes votaron por esta opción obraron influenciados por estos.

Concluí que la democracia se expresó con crudeza y nuestra responsabilidad es asumir los resultados, pues el debate se adelantó con intensidad y en no pocos casos la deliberación de las tesis antagonistas tuvo altura intelectual. Así mismo queda claro que la decisión de someter a refrendación del pueblo los acuerdos de La Habana fue honesta, y queda claro que el tal complot del gobierno con las Farc para entregar el país al castrochavismo solo era basura demagógica.

Me encuentro ahora con que es generalizada la opinión pública en el sentido de que ambos bandos quieren encontrar caminos de paz. En buena hora.

Esa intención altruista no puede dejarse al capricho de un pacto político que nos trae los ecos de un frente nacional, que buscando salidas a la violencia liberal conservadora, negó la apertura democrática que reclamaban otras expresiones sociales y políticas de la nación. Sería una mala reedición de la tesis del profundo abismo que separa el país nacional del país político que acuñara con su sangre el doctor Gaitán en la primera mitad del siglo XX.  

La ciudadanía que optó por el Sí es una fuerza viva que tiene una apuesta clara en los textos del acuerdo de La Habana. No se puede hacer tabla rasa y reiniciar. No es leal incurrir en dilaciones para favorecer intereses subalternos. El nudo está en lo político, pues las salidas jurídicas son expeditas. Acuerdo ya.
 

danilocontreras9@hotmail.com

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