No se trata de una bella historia de amor de una pareja que decidió ser feliz, sino de un gigantesco lío institucional y pasional en una de las entidades llamadas a defender los derechos humanos y de prevenir todo tipo de acoso.
El ejercicio de la función pública o privada, implica el ejercicio de la autoridad, que consiste en la capacidad de impartir y hace obedecer órdenes, está labor, acompañada del manejo de la nómina y cuantiosos recursos, podrían convertir a sus titulares en verdaderos dictadores.
Tal vez, este no sea caso del Defensor del pueblo, pero llama la atención las aseveraciones dadas, por el presidente del sindicato de la dicha entidad, que en entrevista concedida al periódico El Espectador, aseguró, “que con la reestructuración, el defensor Jorge Armando Otálora ha podido nombrar más de 500 funcionarios en provisionalidad. La Defensoría pasó de tener unos 750 funcionarios a casi 1.900, la mayoría en provisionalidad. Hay, además, 4.100 defensores públicos por contrato de prestación de servicios.”
Sin embargo esta afirmación no ha despertado gran interés, sino las denuncias que por acoso, realizaron ex funcionarios de la Defensoría del pueblo y las delicadas revelaciones publicadas por la revista semana, a través de la columna del periodista Daniel Coronel.
El acoso en cualquiera de sus formas es detestable, odioso, deleznable, atroz ataque a la dignidad y a la libertad, herencia de conductas imperiales que son y representan una verdadera amenaza contra la honra, el pundonor y la estima humana.
El acoso es tan antiguo como moderno, parte de la historia de la tiranía, multiplicador de abusos y toda clase de atropellos, sobre todo, cuando el cargo público o privado, se deposita en personas autoritarias e inescrupulosas.
El acoso, tomó trascendencia, con el caso del defensor del pueblo, Jorge Armando Otálora, pero es más común de lo que parece ser, solo que lo acompaña el miedo y el silencio del acosado o acosada, de allí, que resultan elocuentes las palabras de Astrid Helena Cristancho, al expresar con dramatismo, “No me cabe más miedo en el cuerpo y en el corazón “.
Astrid Helena Cristancho, la encantadora ex -reina de belleza y ex - secretaria privada del defensor del pueblo, ya no posó, para su enamorado amor, sino que modeló para los medios de comunicación, pasando del acoso laboral a la delicada pasarela del acoso sexual, en que puso a desfilar al desnudo a Jorge Armando Otálora, al ordenar publicar reveladores chat y fotografías.
El Defensor se defiende, niega el acoso sexual, reconoce los reveladores chats como producto de una relación íntima y consentida, pero olvida un gran detalle, que esta relación de haber existido, se da en medio de una relación laboral de subordinación.
Por ello, la defensa del amor, no exculpa al defensor del pueblo de la inmoralidad de su conducta, al involucrarse con su secretaria privada en una relación sentimental, lo cual en verdad aunque censurable, no es un pecado, empero ocurrido ello, la ex –reina de belleza, no podía continuar en el cargo. Metió la pata, como afirmó el senador, Antonio Navarro Wolf.
En ese orden, el defensor, al incumplir sus deberes éticos, debería renunciar, porque además siendo un símbolo en la defensa de los derechos humanos, resulta impresentable que éste acosado, por violarlos.
Profesor: alcidesarrieta.
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