Que las Farc dejen de matar es loable, aunque nunca antes el chantaje y la violencia produjeron tantos réditos, para otorgarles no solo impunidad sino la entrega a mediano plazo, del poder para implementar su ideología marxista. Porque las Farc no han dejado de pregonar que ese es el propósito último de sus más de 50 años de lucha.
Cuando Fidel se tomó la Habana ese 1 de enero de 1959 para tumbar el cruel régimen cubano de Fulgencio Batista, todos en Cuba estuvieron felices. Y se unieron a tanta dicha todos los partidos políticos de la época, el empresariado cubano, el pueblo entero, el presidente de EEUU, los empresarios gringos, que estaban hastiados de la corrupción del régimen de Batista, y hasta la CIA, que apoyó económicamente a los guerrilleros de la Sierra Maestra.
Cuando Fidel se posesiona empieza a cambiar sospechosamente su discurso y el gobierno de EEUU empieza a preocupase. Tanto que cuando se le pregunta en una entrevista el 19 de abril de 1959 acerca de sus raras proclamas izquierdistas, Fidel responde al entrevistador, “I am not a communist” (“Yo no soy un comunista”). Y miren dónde acabo el asunto.
Es vergonzoso lo que sucede en Cuba y se podría resumir en una cruel caricatura sobre el régimen de Castro, donde una hija prostituta, en una familia cubana, es la que mantiene a toda la familia, donde los hermanos son médicos, químicos e ingenieros nucleares, pero todos sin empleos.
Igual pasó con la llegada de Hugo Chávez en Venezuela. En una entrevista en 1998 con el periodista Jorge Ramos, conocida como “las tres mentiras de Chávez”, el recién elegido presidente niega rotundamente que se instalará de fijo en el poder y asegura que acabado su periodo entregaría la presidencia y se compromete a no nacionalizar el aparato productivo venezolano, ni acabar con su empresariado. Por el contrario, promete que incentivará la inversión privada y que tampoco atentaría contra esta. También niega la intervención a los medios de comunicación. Pero lo que sucedió fue todo lo contrario. Hoy miramos con desconsuelo y arrepentimiento lo que acontece en Venezuela.
Colombia parece encaminarse por la misma ruta. Es muy posible que las Farc accedan muy pronto al poder, dada la facilidad que les da el acuerdo de La Habana (hecho nunca antes ofrecido a ningún partido), la posibilidad de tener 26 escaños en el congreso. Nunca antes partido político nuevo, y menos salido de la insurgencia, llegaría tan expeditamente al poder. Esto no tendría ningún inconveniente, si no es por su posición radical de implementar una doctrina marxista.
No advertimos, no lograrnos dilucidar los colombianos que lo que viene es un déja vu de lo que sucede en Cuba y Venezuela.
GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO
gabrielrodriguez@ibrinmobiliaria.com
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