Columna


Déjate hacer cosquillas

ROBERTO BURGOS CANTOR

28 de febrero de 2015 12:01 AM

Aún no se terminan de discutir el humor, la libertad y sus orillas. Los hechos de París donde encapuchados de Alá asesinaron periodistas, y las desvergonzadas repercusiones en otros países, y en Francia con desfiles encabezados por cocodrilos con lágrimas, quizás enturbiaron sentimientos y razón.

Esta sal en las heridas de un mundo que perdemos, hizo más sombrío el paisaje espiritual y moral en el cual intentamos sobreaguar con la fe en la palabra, la esperanza en la vida, y un sueño ético que conforta en la posibilidad de lo colectivo. Todo, en medio de este cenagal de malas muertes y virtudes sepultadas.

El Francisco que queremos, por él y por su tutor de Asís, se dejó embolatar por el demonio de la debilidad humana. Muchos, cansados de curas, no dejamos de admirar el legado cultural de una Iglesia que sobrevive las tempestades. Las cartas de Pablo. Las confesiones de Agustín. La poesía de Francisco de Asís. El cantar de los cantares. Las moradas de Teresa, el patrono de los poetas, la mística Hildegarda, Valente, Agudelo, Fray Luis, Mariana Alcaforado (con dos traducciones colombianas, Ignacio Vélez y Jineth Ardila), no digamos Dante. El diablo sopló al Papa que quien insultaba a mi madre recibiría un puñetazo. De ahí a la patada. A la cuchillada. Al tiro.

En América hay un péndulo entre la gravedad y la indiferencia. El exorcismo de la risa provocada por nuestro desaguisado delirio, o por el espejo ajeno, no es parte del vínculo con la realidad. Hay cierta tendencia a la tremenda. Como si la palabra impuesta nos domesticó para la solemnidad, lo altisonante, el anacronismo autoritario. No hablamos para decirnos sino para imponer, vencer, insultar. Nos extraviamos entre la identidad ausente y la legitimidad deseada.

Apenas ayer: Vladdo y la línea mordaz de su lápiz; Óscar Alarcón y su imaginación traviesa, casi fueron pedidos en extradición por una malhumorada autoridad vecina. Ya veremos a los ejércitos bolivarianos fusilando a quienes hacen humor con Bolívar y Manuelita.
La risa que propicia el humor desacraliza los discursos aburridos, potencia la duda y otros entendimientos. Es un símbolo devastador que la línea sagaz y crítica de Rendón, acabara en el suicidio.

Cuidar la risa evita el envejecimiento prematuro, la caída de los dientes, los males del colon. Cuidemos el humor y sus oficiantes. Luis Carlos López y García Márquez. Fontanarrosa y Quino. Los niños, hoy masacrados. Vladdo y Osuna. Samper y Alarcón.
Los cronopios de Cortázar llevan globos a las oficinas de correo. Y las frases de los desposeídos que revientan la realidad.
*Escritor

reburgosc@gmail.com

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