Columna


Del fracaso a la luz

FIDEL A. LEOTTAU BELEÑO

13 de octubre de 2016 12:00 AM

En estos tiempos el paradigma humano ideal es el individuo de éxito, el triunfador en la competencia de la vida, el aventajado en los escenarios. En esta prueba no cabe imaginar otra reputación que la de ocupar el primer puesto en todo tiempo y lugar, mérito que exige ambición, no poca autoestima, dotes de líder y la altivez de ver a los restantes eternamente atrás.

Por naturaleza el hombre es ambicioso con el deseo latente de tener más. La plenitud vital se mide con el criterio de la voluntad de poder y del poseer. La supremacía del poderoso es mirada, admirada y envidiada como la maravilla social más elevada.

El fracaso es inherente a la condición humana. Una estrella deportiva sabe que llegará el día en que otros competidores más jóvenes lo vencerán. El científico laureado avizora que arribarán otros adelantos e interceptarán el lustre de su descubrimiento. El político sagaz es consciente y teme que su programa puede ser controvertido y superado por colegas más audaces. 

Nadie está exento de los largos brazos del fracaso. Las luminarias del cine saben hasta la saciedad que los años no les perdonarán y el fulgor de su belleza se marchitará. Igual ocurre con nobles y plebeyos; famosos y anónimos; potentados e indigentes.

El fracaso siempre estará al acecho de quienes, por su ambición e insatisfacción, persiguen estrellas imposibles; soñadores de vastedades; viajeros de lo absoluto. De los que ubican el ideal demasiado alto. Y mientras más alto, mayor es el auspicio del fracaso.

El fracaso es una excelente ocasión para nuevas perspectivas y salidas. Si se intuyera a fondo la existencia humana, de ser capaces de analizar las causas del fracaso en el individuo mismo y en los demás, se abordarían caminos inexplorables y de circunstancias inéditas. Eso sí, la autocrítica y la humildad jugarían un papel importante para un vivir más fecundo y feliz.

Con sabiduría y resignación deben prepararse para aceptar las limitaciones personales. Ahora, fracasar no significa que todo acabó. El deseo de otros proyectos y experimentar otras posibilidades abonan al nuevo amanecer.

No hay en el mundo infortunio sin lecciones de supervivencia. Esa ruina afectiva que fue un vendaval para tu proyecto de vida; ese revés en tus negocios; a los que te subestimaron; esos propósitos que nunca pudiste realizar; esas rencillas emanadas de viles envidias; esas medias verdades, peores que la calumnia que aniquilaron tu prestigio. Abandónalo todo a la paz de los difuntos, y tú, mora en el renacer.

Con la frente en alto, abre los ojos, mira hacia adelante, hacia un universo de paz y esperanza.
*Rotaremos este espacio para mayor variedad de opiniones.

COLUMNA MÓVIL*
fidelalejandro@costa.net.co

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