Columna


Del hecho al derecho

MARTHA AMOR OLAYA

18 de marzo de 2013 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

18 de marzo de 2013 12:00 AM

Es muy fácil hablar del campo desde la comodidad de un escritorio. Luego del paro cafetero, muchos analistas se rasgaron las vestiduras diciendo que el Gobierno se equivocó al acceder a las presiones luego del bloqueo de vías, porque se estaba enviando un mal mensaje a la sociedad civil, dándole legitimidad a las vías de hecho.Sus argumentos son que las vías de hecho deben ser sancionadas y no premiadas, de acuerdo con la ley y considerando que un grupo y sus necesidades no pueden afectar el bienestar del resto de los ciudadanos ya que “existen otras herramientas y mecanismos” para pedir atención.
Nadie da cuenta de las cartas que van y nunca vienen de las secretarías de Agricultura y del ministerio. Nadie da cuenta del cansancio de los campesinos y sus representantes de pedir audiencia, ir, venir, explicar, solicitar y no recibir más que la destrucción de sus esperanzas, el alimento de sus frustraciones y la evasión de las responsabilidades, o en el “mejor” de los casos, mentiras y promesas incumplidas.
Quizás esta no sea la realidad de los cafeteros, pero sí de muchos agricultores que al final cosechan el desespero y la angustia del abandono con proyectos en los que fueron embarcados, muchas veces para sustituir cultivos ilícitos, de los que no tienen conocimiento técnico o cuya asistencia técnica tiene más de burocracia. Cultivos cuyas promesas de éxito estaban basadas en la ambición de grandes inversionistas con injerencias en las decisiones políticas agrarias que le apuestan más al aumento de las riquezas de los más ricos que a la disminución de la desigualdad, la superación de la pobreza y la transformación social de poblaciones deprimidas y atrapadas en la violencia y el desamparo.
Resulta que en el marco de lo ilegal, el Gobierno desatiende sus obligaciones; y en el de lo legal, la sociedad civil no puede protestar por dicho incumplimiento. No es coherente satanizar la protesta como forma de reclamar atención y rechazar tantas injusticias. El mal está en tapar o desconocer que muchas movilizaciones son impulsadas por aquellos mismos poderosos que, para exigir sus demandas mezquinas, se valen del desespero de quienes no tienen sino la vida para perder.
Hay que hurgar donde verdaderamente está el mal. Ya quisieran los cacaoteros de Marialabaja protestar y conseguir la cuarta parte de lo conseguido por los cafeteros.

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