Columna


Del puente para allá…;

ÁLVARO E. QUINTANA SALCEDO

27 de marzo de 2014 08:47 AM

Antes de la construcción del canal del Dique, Barú no era considerado una isla, de hecho geográficamente no lo es. Barú es una península anexa al resto del territorio Cartagenero, pero que se ha venido considerando hace mucho como una isla como resultado de la construcción del canal. A Barú llegaron los primeros negros como esclavos de las haciendas que ya había en la península,  pero también esclavos fugados que buscaban refugio en zonas inhóspitas. Muchos acomodados establecieron sus haciendas, mientras los esclavos iban también asentándose en sectores específicos.

Es así como las tres poblaciones Santa Ana, Ararca y Barú se organizaron en el área compartiendo aspectos étnicos y culturales similares, pero también comparten problemáticas que no han podido solucionarse en años. Barú era ajena a la explotación turística hasta hace poco,  pero luego de los procesos de apertura y crecimiento económico, se han dado cambios en las dinámicas locales de la península que han despertado la explotación turística, el crecimiento demográfico que ha resultado en una explotación por demás desmedida del suelo, un aumento paulatino del consumismo y el gradual deterioro ambiental.

Poco a poco las poblaciones de esta zona han venido cambiando su vocación agrícola y pesquera por nuevas formas de subsistencia, entre ellas las actividades de turismo, artesanales, mototaxismo, el sector de servicios entre otras.

Estamos en un momento crucial para las poblaciones de Barú. El modelo de desarrollo económico que se ha venido planteando para estas comunidades no ha sido precisamente el que ha mejorado la calidad de vida de sus habitantes. No se han tenido consideraciones con el medio ambiente y con el bienestar integral de las comunidades. De los problemas más acentuados de la zona son la falta de acueducto y alcantarillado y la poca infraestructura para la movilidad, pues el territorio no cuenta ni con vías ni con medios de transporte apropiados excepto, el preferido hoy día la motocicleta, usado por los habitantes no solo para desplazarse internamente sino hacia la otra margen del dique.

Con el paso de los años todos anhelaban la construcción de un puente que uniera a Barú con Cartagena, pero ahora que el puente está a punto de abrir, la incertidumbre agobia a nativos y terratenientes, moradores de corregimientos vecinos como Pasacaballos, y en general a todos los que observamos con grandes expectativas lo que pudiera suceder.

¿Qué pasará con Barú? ¿La muchedumbre se volcará en bandadas a deteriorar playas y vegetación que ya de por si sufren daño ecológico? Es necesario formular urgentemente un modelo turístico sostenible a largo plazo, que en armonía con lo jurídico pueda dar sostenibilidad medioambiental y social a las poblaciones. No deberían existir contradicciones entre el crecimiento económico y el bienestar de la gente, pero lamentablemente, a los planificadores del desarrollo se les olvida y con la bandera del “desarrollo” no se tienen en cuenta las mínimas consideraciones éticas y de participación ciudadana que deben respetarse en todo tipo de acciones de intervención social o de política pública.

Esperamos que lo más pronto posible se vislumbre una solución para Barú porque del puente para allá, también es Cartagena, no se nos olvide.


Docente Universitario
alvaroquintana@gestores.com
 

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