Después de haber tenido una abrupta caída en el último semestre del año pasado, las últimas encuestas muestran una recuperación de la aprobación ciudadana de la gestión del presidente Duque. En la de Invamer Gallup, Duque sube del 27,2 %, en noviembre, al 42,7 %.
Sube más en las zonas rurales que en las áreas urbanas, más afuera de la capital que en Bogotá, más en las ciudades intermedias que en las capitales, y más entre los simpatizantes del CD y de los partidos de la gran alianza por Colombia que en los de los otros partidos. Su mayor resistencia está en la izquierda de la Alianza Verde, el Polo y los petristas. Se refleja que el crecimiento de la aprobación se debe a su posición dura en dos asuntos: el Eln y Venezuela. La percepción ciudadana a fines del 2018 de cierta tibieza y ausencia de norte en el gobierno ha ido variando para, a partir de las acciones de gobierno frente al atentado en la escuela general Santander y la crisis en el hermano país, mostrar a Duque con liderazgo e identidad.
Empezó su gestión con un 54 % de favorabilidad, porcentaje que corresponde a su votación en segunda vuelta. En contra de lo que usualmente ocurre, por distintas razones no consiguió sumar apoyos entre su elección y su posesión. Es claro que su caída en las encuestas fue entre sus votantes. Los otros nunca lo han apoyado. La recuperación se produce también entre su base electoral, unos votantes que buscan liderazgo, mano fuerte frente a los violentos. Por eso la posición gubernamental frente al Eln y Venezuela ha recuperado la imagen.
La recuperación será sostenible si el presidente puede proyectarse más allá de la coyuntura. Cualquier muestra de debilidad frente al Eln o la apertura de una mesa de diálogo, aunque sea en nuevas circunstancias, erosionará su imagen. La posición frente a Venezuela será insuficiente si en unos meses Maduro sigue ahí y no se aprovecha el momento para obtener una ruta fiable para la transición a una democracia real en el país vecino. Si se sujeta esa transición a que Maduro caiga, se cometería un grave error.
Duque debe encontrar soluciones para cuatro puntos que, sin respuestas adecuadas, sumirán al Gobierno en una crisis de favorabilidad. El primero es la concreción de un relato que identifique al Gobierno y les permita a los ciudadanos conectarse racionalmente con él. El de Uribe fue la seguridad democrática, el de Santos la paz. Duque parece haberse decantado por la equidad pero aún tiene el desafío de concretar el concepto y simplificarlo para que sea comprensible por el ciudadano más sencillo. El segundo es obtener gobernabilidad. Aunque Duque ha mejorado su apoyo, no es suficiente para tener gobernabilidad. Debe conseguir mayorías en el Congreso, sin mermelada. El camino es el de la representación política. Tercero, los miembros del gabinete y los directores de las entidades descentralizadas deben hacer política, en el sentido más noble de la palabra, con visión estratégica para el bienestar ciudadano.
Por último, es indispensable crecer a tasas más altas, de cinco o más puntos. 3.5 % es mediocre e insuficiente.
*Abogado y analista político
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