El Presidente volvió en la ONU sobre el “enfoque humano” al problema de las drogas. Sin embargo, ese enfoque basado en salud y derechos humanos no debe abandonar la represión al narcotráfico, que socavó la moral social y financia actores armados, entre ellos las Farc, que sin esos recursos no existirían y no estaríamos negociando con ellas, ni legitimando sus fortunas al declarar al narcotráfico como conexo al delito político. Colombia se dedicó a perseguir a las bacrim, como debe ser, pero se tornó permisiva con el narcotráfico fariano al abrigo de las negociaciones.
El Presidente reacciona frente a lo evidente con tono entre ingenuo y bravero -“si encontramos que tienen plata, y yo creo que sí tienen (...), se la incautamos”-. Claro que la tienen. El país y el mundo lo saben, con The Economist a la cabeza, y también saben que la siguen acumulando mientras negocian, como lo denunció el departamento de Estado de Estados Unidos. Por qué, más bien, no se les exigió poner sobre la mesa su fortuna y las tierras despojadas, si las drogas y la tierra eran puntos obligados de la agenda.
El drogadicto es un enfermo y así debe ser tratado, pero no es menos cierto que detrás de la dosis mínima está el microtráfico, que ha impactado la seguridad ciudadana y es responsable de la adicción temprana en los colegios. Como si fuera poco, la reciente sentencia de la Corte Constitucional dejó abierta la dosis mínima a las necesidades de cada drogadicto y convirtió al policía en juez callejero para determinar la falta.
En La Habana se negoció la despenalización de los pequeños cultivadores, lo cual nos lleva al mismo dilema en el otro extremo de la cadena. La pregunta de cuánto es una dosis mínima no es diferente a la de qué es un cultivo pequeño. La situación también es la misma; detrás de ese campesino hay un narcotraficante que criminaliza su necesidad.
Para adoptar un enfoque humano no se necesita ir a la ONU, sino recuperar el campo para que ese campesino siembre frijol; resolver el asunto de la educación de nuestros niños y la salud de nuestros drogadictos, pero redoblando la lucha contra el narcotráfico.
Refiriéndose a esta última el presidente se preguntó “¿Podemos decir por lo menos que la vamos ganando?” Su respuesta fue negativa, pero el país sabe que la íbamos ganando. En el 2000 había 163.000 hectáreas y en 2012 eran apenas 46.000. Cuatro años después volvimos a 169 mil y al primer puesto en la producción mundial de coca.
¿Qué pasó? Que se abandonó la fumigación con glifosato, sin una evaluación seria entre el costo de una afectación controlable y el enorme de perder la lucha contra las drogas. El ministro de Defensa, entre ingenuo, bravero y arrepentido, sale a defender el glifosato manual, pero no se cura el cáncer con aspirinas.
La íbamos ganando pero estamos desandando el camino.
*Presidente Ejecutivo de Fedegán
@jflafaurie
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