Cualquiera, al ser indagado sobre el fenómeno de El Niño lo asociará con sequías, apagones y racionamientos de agua. Esta visión, parte verdad, es la información general de los medios e internalizada en nuestra base de datos del conocimiento. Lo ocurrido a inicios del 2016 en el país fue una catástrofe. Muchos ríos de caudal importante quedaron sin corriente y varios sistemas de ciénagas, en especial en el norte de Bolívar, se secaron.
Entre las más afectadas fue la ciénaga del Totumo; el espejo de agua central desapareció y los daños no fueron comparables con nada en las últimas décadas en nuestros ecosistemas. Cientos de miles de peces, caracoles y muchos otros organismos murieron, creando una alfombra de cadáveres y osamentas por la sequía. La situación fue tan pronunciada que las aves carroñeras se fueron, permitiendo a los peces disecarse al sol. No se salvó nada. La Ciénaga entrará en un proceso de recuperación, lento y a merced del clima global. No es posible decir que lo ocurrido pudo ser peor. Lo más catastrófico pasó y como en otros casos, las autoridades cerraron sus ojos, se arrodillaron y rezaron para atraer las lluvias, pero nada más. Aunque hubo alguna difusión mediática, pasó a ser como las basuras en los caños, nadie le presta atención, ni somos conscientes de la magnitud de las afectaciones. Solo nos hacemos los locos.
Esa debacle ambiental incluyó a las decenas de familias que viven de la ciénaga. Todas aguantaron hambre o buscaron otros oficios para los cuales no tienen experiencia. Para los tomadores de decisiones, El Niño es responsable, nadie más. Mentira absurda y despiadada, salvavidas de la incompetencia, desidia, falta de planeación y seguimiento, y en general de la mediocridad, madre de muchos de nuestros males y responsable del futuro gris que nos aguarda.
Al Totumo llegan cientos de buses con turistas y su potencial ambiental es exprimido por los magnates del sector. En los alrededores, la deforestación, evidenciada en Google Earth, abre paso a cultivos de palma, idea agronómica pésima en esta zona, que podría cuestionarse sin el mínimo esfuerzo académico.
La ciénaga recibe menos agua de sus tributarios, a los cuales les quitaron sus bosques de cabecera, y ya son simples canales de escorrentías. Para rematar, en el desespero humano, el mangle fue quemado para extraer algo de alimento: las tortugas. Nadie tuvo un simple plan de contingencia o acción mitigadora. Como siempre, el abandono, la negligencia y la pérdida de respeto por nosotros mismos y lo que nos rodea, conducirán a nuestra propia desaparición forzada.
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