El Museo de Arte Moderno de Cartagena inicia una nueva etapa. Al igual que hace 43 años, unos artistas lideran su transformación. De la mano de su directora, Yolanda Pupo de Mogollón y de su custodio, Lázaro Díaz, los “amigos artistas” diseñan estrategias para convertir a este bello edificio y a su colección de arte en una herramienta moderna para construir ciudad y ciudadanía.
Un museo es patrimonio colectivo, un depósito de la memoria, de esa identidad pasada y presente representada con el lenguaje universal de las artes plásticas y visuales. Los artistas plásticos invitan a los cartageneros a apropiarse de ese Museo que les pertenece, y a involucrarse en su devenir; a convertirse en sus “amigos” para usarlo, aprovecharlo y exigirle; a ampliar su cultura, entendida como conocimiento; a disfrutar de la experiencia estética, del placer de los sentidos; y a descrestarse con la capacidad creativa.
Su propuesta tiene varias modalidades de amistad. Todas implican beneficios y compromisos para sus partes. Una se articula al sistema educativo local porque la educación y la cultura garantizan una sociedad moderna, es decir, el ejercicio de ciudadanía y democracia. Esta estrategia busca integrar lo que Álvaro Restrepo llamó “la educación con las artes”, a la política pública de jornada única, que ya comenzó en algunos colegios del distrito. Además, al mostrar a los estudiantes el arte como profesión, se quiere abrir la puerta a lo que Gabo llamó “las vocaciones tempranas”: que los niños desde pequeños descubran su vocación artística.
La segunda etapa de esta estrategia es la educación en artes, que involucra a las instituciones de educación superior. Algunas, como la UNIBAC, ya desarrollan programas conjuntos con el Museo. Pero se quiere que todas las instituciones con programas en artes sean “amigas aliadas” del Museo, y lo usen como herramienta de conocimiento e investigación.
Para al sector privado la propuesta va en dos sentidos: pensar la cultura como herramienta corporativa para el bienestar empresarial, una forma de obtener beneficios para los empleados y los grupos de interés a través de programas diseñados para cada empresa; y considerar la responsabilidad cultural.
No solo se trata de tener políticas de acceso de los sectores vulnerables, a la cultura. El sector privado tiene mucho que aportar en esta alianza en conocimiento, en su experiencia para gestionar y administrar de manera eficiente, y transferir ese “knowhow”.
Muchos adolecen y reclaman espacios para los cartageneros en el Centro, y con razón. He aquí un espacio maravilloso que no se puede perder para la ciudad y sus habitantes. El MAMC es de todos, bienvenidos sus nuevos amigos.
isabelarestrepom@gmail.com
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