Columna


Despacito

CARMELO DUEÑAS CASTELL

22 de marzo de 2017 12:00 AM

Estética significa sensación, percepción. Se relaciona con una de las más grandes expresiones de la sensibilidad humana, el arte. Como rama de la filosofía, estudia cómo interpretamos los estímulos sensoriales. La estética es la filosofía del arte y la belleza. La belleza es subjetiva y la define el gusto de quien la observa o evalúa. El concepto de belleza evoluciona con el tiempo y las corrientes culturales.

La ética, del griego ethikos, significa carácter y estudia la conducta humana, en cuanto al bien y el mal, cuando se realiza por voluntad y libertad absoluta. Así, investiga lo correcto o equivocado del comportamiento humano permitiendo construir al individuo como persona y a la comunidad como sociedad.

Mientras la ética es el fundamento, razonado y racional de los sentimientos, la estética es su manifestación. La ética se manifiesta a través de la estética o, como dice Pierre Reverdy: “la ética es la estética de adentro”.

La estética, por ser subjetiva, puede cambiar en el tiempo y en el ambiente mientras que la ética debería ser objetiva, una sola.

Con la estética podemos decir que algo es bello o feo. Con la ética deberíamos emitir juicios de bueno o malo. A lo largo de la historia los poderosos han pretendido disfrazar lo bello como bueno y lo feo como malo; peor aún, en ocasiones nos han mostrado lo malo como bello y bueno, y lo bueno como feo y malo.

No sé si siempre ha sido así, pero, los últimos presidentes colombianos han hecho gala de un raro dominio de la estética y la metamorfosis al juzgar como hermosos y bellos sus respectivos gobiernos e intentar engañarnos convenciéndonos de ello. Han pretendido camuflar lo malo y feo en unos temporales y pírricos logros en seguridad, economía y paz.

Además, con un desmedido poder prestidigitador transformaron actos corruptos, malos, punibles e ilegales en algo banal e intrascendente. Así, han intentado ocultar graves faltas estéticas y éticas: connivencia con el narcotráfico; indecente ineptitud e incapacidad; infinito deseo de poder; violación de los derechos de los demás; o la escandalosa carrera por comprar a todos y ser comprados. Como diría Steinbeck : “El poder no corrompe. El miedo corrompe, tal vez el miedo a perder el poder”.

Y crearon bandos o sectas de ciegos que ven lo que quieren ver cuando todos, y ellos, sabemos lo malo y feo que han hecho.

Por cosas menores, en otros lares ha habido renuncias o revoluciones. Aquí no, nada ha pasado. Sin ser apocalípticos, lo peor es que entre todos, ellos escribiendo una nueva estética de la ética, y nosotros que se la aceptamos, estamos como Luis Fonzi en su más reciente canción, despacito: ellos nos llevan, solo con pensarlo, sin ningún apuro, pasito a pasito, a un laberinto que, sin saber cómo ni cuándo, conduce directo al precipicio institucional.

crdc2001@gmail.com

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