Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas, al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora (Gabriela Mistral).
Últimamente el mundo resalta un día para cada situación y en la medida en que quieren darle relevancia, buscan y celebran cada fecha en defensa de esa conmemoración. Día de la tierra, de cada una de las profesiones, del trabajo, de la salud, del padre, del amor y amistad, de la madre (que debe ser a diario) y, por supuesto, del maestro, situación reiterativa sin mirar con profundidad lo que a ciencia cierta significa “ser maestro”, docente, profe, seño, Miss, Mr, hermana o por qué no, ese viejo o esa tipa, si las cosas no les van bien.
Y es a lo que me refiero hoy. Einstein dijo: “El arte supremo del maestro consiste en despertar el goce de la expresión creativa y del conocimiento”. Convencida estoy y lo digo por experiencia propia que es una labor que solo funciona con amor, amor por lo que haces, por las personas que tienes en frente, por los sacrificios, por lo difícil que a veces es educar y guiar a quien no quiere aprender y lo peor, tampoco quiere dejarse ayudar.
Es una labor constante sin tregua para tirar la toalla, para que ese ser, apenas en formación, se desarrolle en un ambiente de principios, valores y criterios cimentados en conseguir un buen ser humano útil a sí mismo y que sirva de pilar a la sociedad donde desplegará sus capacidades y pondrá al servicio de los demás lo acumulado en los tránsitos de escolaridad y universidad.
Ser maestro es arriesgarse a ser respetado, admirado, odiado, dependiendo de la empatía, la asignatura, el emisor y el receptor. Ser docente es lo más hermoso que me ha pasado en lo profesional, porque me permitió prolongarme en los alumnos e ir multiplicando el saber, haber y entender que navegan entre la actitud y aptitud de cada uno de mis pupilos, en la aprehensión en ese trance de cultivarse.
Pero es muy notorio que en esta profesión tan importante, donde la materia prima son las personas, al maestro no se le dé la calidad que tiene. Tienen los peores sueldos en el país y no son bien estimulados. Es una profesión que funciona solo con el amor y la pasión por lo que se hace y aunque algunos quizá lo hacen por necesidad económica, es una profesión digna y respetable y debería estar en otra escala salarial y profesional. A todos los maestros les comparto mi admiración y respeto. Ser maestro y tener la vocación es un privilegio. Felicitaciones.
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